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Acusaba de injusto, de cruel, de tirano, a Dios que me hacía comprender de una manera tan horrible el tormento de Tántalo. Estaba inmóvil; como petrificado. La mirada de Amparo aunque no podía verme, caía sobre mi mirada, absorbiendo mi alma, torturándola. Lentamente fui perdiendo la conciencia de mismo. Un sopor extraño se apoderó de .

Apolonio, ante la prosopopeya de Felicita, ya se halló en su elemento, y juró con la solemnidad y unción de un pontífice. «En medio de todo reflexionaba Apolonio , qué curioso drama el de Novillo y Felicita. Es algo así como el suplicio de Tántalo. ¿Por qué no se casan? No será porque no quieran ni porque nadie se lo impida. Y, sin embargo, no se casan.

Una antecámara alhajada de tal modo, era un deslumbrante prólogo que hacía presentir verdaderas maravillas en las habitaciones principales. ¡He aquí, he aquí el sumidero de España! murmuró entre su embozo Quevedo ; ¡ah don ladrón ministro! ¡ah sanguijuela rabiosa! ¡Tántalo de oro! ¡chupador eterno! ¡para qué se han hecho los dogales! Y adelantó.

Las burlas de su amor eran muchas y frecuentes: las veras, escasas y tardías; de suerte que don Quintín pasaba, no las de Caín, sino las de Tántalo; pero era tal su pasión, que con un apretoncillo cada cuatro o seis días, con un abrazo de cuando en cuando, tenía bastante para seguir entusiasmado.

Ramoncito ya no podía sufrir más aquella pena de Tántalo a que la experiencia de su amigo le condenaba. No cesaba de mirar hacia el sitio donde éste y Esperancita departían. Poco a poco fué acercándose a ellos: concluyó por detenerse delante. Qué tal, Esperanza.... ¿Hace mucho que no ha visto a su amiga Pacita? El mismo lo comprendió así y se ruborizó al pronunciar estas palabras.

Por memoria seruirá la copia de la del Rey q. a mi intercesion ha dado. Pero sup.^co por la breuedad, y a M.^r Maridat, El Cuydado. Octobre 1606. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 104. Colección Morel Fatio, núm. XXXVII. Mos de Fosussa, Pedro II de Montmorency, Marqués de Thury, Barón de Tosseux. No sean las mançanas de Tántalo, Tener aquy a mi S.^r El Condestable, y no alcanzar vn bocado.

La virtud de doña Marcela es más firme que una roca, aunque para mi amor más que roca es lata. Erre que erre está ella siempre, volviendo por su honor, también como las damas calderonianas, por donde me temo que voy a sufrir constantemente el suplicio de Tántalo, o voy a tener que hacer la barbaridad o digamos la plancha de acudir al cura.

Un hombre avariento pasaría allí el tormento de Tántalo; yo no pasé tormento alguno, sin embargo de que ... la verdad, algunos deseillos me andaban escociendo por dentro. Siempre que vinieran por buen camino, de buena gana daría un pellizco á esos provocativos montones. Y eso que aborrezco, ó me hago la ilusion de aborrecer el precioso metal.

Cuando los bañados se encuentran enteramente secos, esta numerosa familia los abandonan para ir á tomar su asiento cerca de los rios; así es que las orillas del Mamoré se ven por todas partes animadas por multitud inmensa de pájaros ribereños: allí el tántalo, en bandadas de algunos millares, se pasea con mesurado andar sobre las partes fangosas, acompañado de la espátula rosada, ó de las garzas blancas; al paso que se ven los bancos de arena cubiertos de rayadores y de gaviotas, que hacen rezonar el aire con sus graznidos, si acierta á pasar por allí alguna embarcacion, á la que persiguen unidos con los chotacabras, temorosos acaso de que los navegantes les destruyan sus nidales.