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Si crees que la desgracia de tu padre te va á dejar sin honra, si lo crees así, si de ello estás convencido, ¿por qué no eres el suicida? Responde, hijo cobarde, ¿por qué no eres quien coge el puñal? ¿Por qué tu padre ha de ser víctima de una opinion tuya, de un juicio tuyo? ¿Por qué ha de ser el caballero andante de tus ideas romancescas?

ABIND. Y eso ¿a quién le importa más? Dame tus hermosos pies. JARIFA. La mano te quiero dar, Tuya soy desde este día. ABIND. Yo tuyo, Jarifa mía: Ya bien te puedo abrazar. JARIFA. Como hermano y como esposo, De que ya te doy la mano. ABIND. No hables de eso de hermano Que vuelvo a estar temeroso. ¡Oh famoso y claro día, Que tanta gloria me apresta!

Doblando el libro, le dijo a la muchacha: Ya ves, mi oración es más consoladora que la tuya; tómala para ti y medita si tienes en esta casa la paz de Dios, la santa paz que

Una palabra tuya puede salvarme. ¿Verdad que me perdonas? ¿Verdad, niña mía, que todo lo olvidarás? Nadie te ha dicho nada, y yo mismo, yo mismo, sin temer tus enojos, vengo a confesarte que durante varios días otra mujer ha sido dueña de este corazón que es tuyo, solamente tuyo. Pero nunca te olvidé, aunque quise olvidarme de ti

Estoy dispuesto a todo, menos a renunciar a ser su esposo. No temas, hijo mío. Magdalena es tuya, o mejor dicho, no pertenecerá nunca a otro hombre. ¿Qué quiere usted decir? Oye, Amaury; escucha en mis palabras la observación del médico y no el reproche de un padre.

No, no es eso, tía Liette; pero, francamente, me sería desagradable el ir a una casa donde no estás invitada... Tienes todas las delicadezas, hijo mío; pero yo no soy tu madre... Eres más todavía... No es lo mismo. Sólo la maternidad crea un lazo indisoluble y sagrado; el nuestro se puede desatar por mutuo consentimiento, sin indiferencia por mi parte ni ingratitud por la tuya.

Venía él con el entrecejo fruncido y con marcadas señales en toda la cara de muy terrible enojo. Apenas se saludaron él y ella, Antoñuelo dijo: Vengo a quejarme de ti, a decirte que me has engañado. Por culpa tuya he estado haciendo el tonto, y no quiero hacerlo más. Pues, hijo mío dijo ella riendo , yo no cómo te las compondrás para no seguir haciendo el tonto.

¡Cuidado con lo que dices, Jacobo! exclamó enérgicamente la marquesa . ¡Mira que me autorizas a pensar que tu política bismarckiana ocultaba alguna vileza! ¡La tuya que oculta una intriga en que asoma la mano del padre Cifuentes!...

Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que, pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas. «Adorada Paz: Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme perdón.

Ni me da cuidado que despues sea mi cadaver pasto de las aves i los perros en el campo, ó que á vista tuya i con una complacencia cruel le despedacen las fieras y le devoren hasta que no queden sino los desnudos huesos, porque al fin me he de hallar salvo y sin lesion delante de Dios