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Y tu madre es peor que . La última frase la decía Antoñuelo para desafiar también la cólera de Juana, que entraba en la sala de vuelta de la cocina. ¡Ay niña, niña! dijo Juana . ¡Qué paciencia la tuya! ¿Por qué aguantas los insultos de este animal de bellota, las coces de este mulo resabiado?

No me engaño con esa facilidad tuya, que cada año tienes una nueva ilusión y haces una nueva conquista. Pues yo prefiero engañarme y no engañar, como tan deslealmente engañas a Muñoz. En la primera ocasión, te lo juro, le pondré al corriente de la perversidad tuya; y esto lo haré no para vengarme sino porque a Muñoz no lo mereces. ¡Pero yo te lo regalo, Raquel! A no me interesa.

Nadie respondió: todos guardaron silencio, y en los ojos de Enrique brilló un relámpago de alegría. ¿Han pensado ya en los equipajes mi mujer y mi suegra? ¿Han guardado en las cajas sus gorros y sombreros? ¿Está todo dispuesto para la marcha? Para la tuya, dijo Cecilia, esforzándose por demostrar un valor que no sentía. ¿Cómo para la mía? ¿Pues no partiremos juntos? No.

Y dijo David a Urías: ¿No has venido de camino? ¿Por qué, pues, no descendiste a tu casa? 11 Y Urías respondió a David: El arca, e Israel y Judá, están debajo de tiendas; y mi señor Joab, y los siervos de mi señor sobre la faz del campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa.

ABIND. ¡Que he llegado A tus manos, Alcaide! NARV. Tente espera. ABIND. Ya no me quejo del rigor del hado, Puesto que ha sido en ocasión tan fiera. Huelgo de ver, Alcaide, tu presencia, Aunque me cuesta cara la experiencia. No me ha agraviado mi fortuna en nada, Y pues debo estimarme por tu hacienda, No es bien que esta flaqueza afeminada De cosa tuya sin razón se entienda.

Ofrece a tu, para incógnita, consorte, todo el cariño que la corresponde por mi parte como cosa tuya, y si te pareciere bien, daos ella y por convidados a estas orillas en el estío próximoYo conocía a mi tío y sabía que no había de venir. Así, pues, la tarde del mismo día en que recibí esta carta, el padre Ambrosio fue por Amparo al convento.

Ante la suspensión de mi mente, Inés agrega con verba rápida: ¿No recuerda usted que, al irme, la dije que había un ciprés que me perseguía y que...? ¡, hijita! ¿Cómo no? Ahora caigo. Estaba trascordada. Me había olvidado, porque creí que era una broma tuya. , ... broma... no está mala broma. Bromazo ha resultado. Pero... vamos a ver: ¿Quién es el rey de los cipreses? ¿No lo sabe usted?...

Claro apareció en mi conciencia el amor que me habías inspirado, y cuán abominable lo hacía la gran diferencia de nuestra edad, más propia que para convertirme en amiga o en esposa tuya, para prestarme, con relación a ti, por manera espiritual, el casto y limpio carácter de madre. »Yo, con todo, no supe resistirme.

Total: la mujer a quien abandonaste siendo tuya y nada más que tuya, te ha enloquecido por sólo parecerte ajena.

Y entonces comenzaron mis cuidaos, ¿sabes?... Después pasó lo que pasó y me fuí metiendo, metiendo en el querer... y hoy eres para mis ojos, criatura, la misma Virgen del Carmen, el principio y el fin de todas las cosas... ¿Por qué no me has escrito, ? Una palabra tuya me hubiera hecho volar á tu lado y pedirte perdón... Pero hacer que me escribiese ese tío no te lo perdonaré jamás...