United States or Bermuda ? Vote for the TOP Country of the Week !


No, no te la quites...». «Pero Señora, por amor de Dios...». «No, déjala. Es tuya por derecho de conquista. ¡Es que tienes un cuerpo...! Úsala en mi nombre, y no se hable más de ello». De esta manera tan gallarda obsequiaba a sus amigas la graciosa soberana... Faltó poco para que a mi buen Thiers se le saltaran las lágrimas oyendo el bien contado relato.

Por último, añadió: Ya lo sabes todo, y ahora sólo te pido que respondas a esta pregunta: ¿Cuándo has sentido verdadero amor por ? ¿Mientras fui tuya honrada y pobremente, a pesar de lo cual me despreciaste, o ahora, cuando nada más que con darte oídos debí parecerte infame y despreciable? Don Juan, avergonzado, callaba.

, ; ¿y no os han dicho lo mismo los ojos de doña Clara? ¡Ah, , !, pero al decirme sus ojos soy tuya, había en ellos alegría, confianza. ¡Pureza! ¡decidlo de una vez! ¡y en los míos debió de haber dolor, vergüenza! ¡Dorotea! ¿por qué os he visto? ¡Por qué! porque Dios es bondadoso y justo, porque Dios sabía que mi alma estaba sedienta de amor y en vos me lo ha dado.

Por desgracia tuya y fortuna mía, eres la primera crónica que pesco a mano desde mi llegada a Madrid; porque no miento si te juro que me largué al Real con el polvo del camino, después de cumplir con la dispersa familia con dos apretones de manos y tres abrazos a escape.

Es de noche; entra en la alcoba, y ve durmiendo en su lecho á un hombre y á una mujer: arrastrado por sus rabiosos celos, saca un puñal y atraviesa con él á ambos. Cuando se dispone á abandonar la alcoba, se le presenta Laurencia. Pregúntale entonces: ¿Quién son dos que ocupan Mi noble lecho? Pues son, esposo, tus padres, Que en busca tuya han venido Pasando montes y valles.

Para alcanzar el pueblo el triunfo suyo, le hace falta un espíritu indomable, ¡un corazón entero como el tuyo, y una , cual la tuya, inquebrantable! En el libro del mérito no has muerto. Tu timbre ostenta victoriosa palma. ¡Quién muere por la patria en campo abierto tiene un altar de gloria en nuestra alma!

Después, sentándola sobre sus rodillas, le dijo: Mira, Luisa; hace ahora doce años que te encontré un día en medio de la nieve; ¡estabas completamente amoratada, pobre niña! Y cuando estuvimos en la barraca, cerca de un gran fuego, y poco a poco fuiste volviendo, lo primero que hiciste fue sonreírme. Desde entonces no he tenido otra voluntad que la tuya.

SANCHO. Plega al cielo que me den El y su hermana mil cosas! ELVIRA. Basta darle cuenta desto. SANCHO. La vida y el alma he puesto En esas manos hermosas. Dame siquiera la una. ELVIRA. Tuya ha de ser: vesla aquí. SANCHO. ¿Qué puede hacer contra , Si la tengo, la fortuna? verás mi sentimiento Después de tanto favor; Que me ha enseñado el amor A tener entendimiento.

El primer pueblo que reconquistemos será este. ¡No! Es tarde. Ni la fe podrá recobrar el imperio del mundo, ni vosotros enseñorearos de España, donde vuestra influencia ha sido tan desdichada como la tuya en mi casa. Dirigisteis la educación nacional por espacio de trescientos años, y el pueblo no sabe leer; gobernasteis nuestras conciencias, y somos escépticos.

Si tienes mucho empeño en ello, lo estaré; pero sólo por galantería. Por lo demás, nunca he estado más alegre. Pero la tuya es una alegría marchita... no tiene frescura... no sale del corazón... es una máscara.