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Si usted no tuviese inconveniente en ello manifestó D.ª Fredes dirigiéndose al poeta, le rogaría me dejase el manuscrito de esa poesía para guardarlo en mi colección de autógrafos y firmas ilustres. El poeta, confundido por tamaña honra, avanzó tropezando hasta el trono de D.ª Fredesvinda y depositó en sus manos el pliego de papel de barba.

Su suegra, viéndole en camino de hacerse independiente, le acogía con más agrado, pero siempre mostrando reserva, apercibida a romper toda relación en cuanto tuviese la osadía de quedarse sin qué comer. D. Pantaleón comenzó a sentir por él una predilección tan señalada que el muchacho estaba sorprendido.

Mucho tiempo hace que tenía yo vehementísimos deseos de escribir acerca de nuestro teatro, no precisamente porque más que otros le entienda, sino porque más que otros quisiera que llegasen todos a entenderle. Helo dejado siempre, porque dudaba las unas veces de que tuviésemos teatro, y las otras de que tuviese yo habilidad; cosas ambas a dos que creía necesarias para hablar de la una con la otra.

»Fuese otro día Anselmo a la aldea, dejando dicho a Camila que el tiempo que él estuviese ausente vendría Lotario a mirar por su casa y a comer con ella; que tuviese cuidado de tratalle como a su mesma persona.

Si yo fuese en realidad una perdida o tuviese inclinación a serlo, ¿me cree vuecencia tan estúpida que ignore lo que valdría y lo que alcanzaría si a tal oficio me dedicase?

Sabido que fué por el chanca Uscovilca lo que habia hecho Viracocha Inca, acordó de le enviar un capitan suyo que se decia Guaman Guaraca, para que con el Viracocha Inca concertase lo que le paresciese y bien le tuviese; el cual capitan llegó, y el Viracocha Inca le recibió muy bien en el peñol estaba.

El virrey marqués de Montesclaros se constituyó en el Callao para dirigir la resistencia, más por llenar el deber que porque tuviese la esperanza de impedir, con los pocos y malos elementos de que disponía, el desembarque de los piratas y el consiguiente saqueo de Lima.

Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración; ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.

El silencio reina en el molino; sólo a lo lejos, en la esclusa abierta, las aguas en movimiento cantan su monótona melodía. Delante de la casa, el arroyuelo está tranquilo como si no tuviese más que hacer que columpiar los nenúfares, y el sol poniente se refleja en sus aguas profundas.

Y que si aquello pasaba adelante, corría peligro de no venir a ser emperador, como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser. Por eso, que mirasen lo que se había de hacer para sacarle de allí. El licenciado le respondió que no tuviese pena, que ellos le sacarían de allí, mal que le pesase.