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¡Anuncio!... exclamó Tremontorio mirándome, con una sonrisa más amarga que el agua de las olas. ¡Anuncio, retiña!... ¡Pues si hubiera anuncio de eso!... Está usté en su lancha como la hoja en el árbol, ni quieto ni andando; la tierra á la vista, la mar como una taza de caldo; un si es ó no es de turbonada al horizonte.... ¡Retiña!, na, porque así se puede estar un mes entero.... Este carís no es pa que naide pique las amarras.... Pues, de súpito, le da á usté en la cara un poco de brisa; oserva usté el Noroeste, y ve usté venir, echando millas, á modo de una jumera, encima de una mancha parda que va cubriendo la mar, con un rute rute, que no paece sino que el agua se despeña por las costas abajo.

Y después, cuando quise, golondrina cansada, al nido de mis padres y de mi amor volver, rugió fiera de pronto violenta turbonada: vénse rotas mis alas, deshecha la morada, la vendida a otros y ruinas por doquier.

Desde esta isla para el NNE se descubre un laberinto de bajos y juncales, y todo fango intransitable. A las nueve de la noche descargó una turbonada de viento y agua con truenos, y así se mantuvo toda la noche. Este dia salí dando vuelta á los bajos, gobernando al SE y SSE, y habiendo navegado 2 y media leguas, goberné al SO, S y SSO, hasta la noche que di fondo en una y media brazas de agua.

El domingo 26, en altura de 38 grados y 34 minutos, padecieron una turbonada de agua menuda, y el este-sud-este que soplaba, levantaba alguna marejada: y el lúnes siguiente 27, en altura de 38 grados y 36 minutos, sintieron extraordinario frio.

Comienza a soplar un Norte muy desapacible; las hojas secas, arrebatadas de los árboles, forman en el suelo ruidosos remolinos de oro. Ella se muestra más indiferente que nunca. El viento, al agitar su falda, le pega la tela a las piernas, modelando indiscretamente sus formas y dejando al descubierto los pies. Diez o doce minutos de paseo. Una turbonada; aquello se hace insoportable.

A las tres de la tarde, les entró una turbonada por el sud-oeste, que hubieron de aferrar las velas, viendo á la misma hora en una nube negra una manga de agua, que se levantaba á lo alto como un cerro.

A las tres nos dió una gran turbonada de agua y piedra gruesa como nueces, la cual espantó é hizo disparar las caballadas: á las siete cesó. Dia 4.

A las tres y media siguió la marcha, y nosotros con una partida de 25 hombres y un vaqueano, á pasar al campo del S de esta sierra, y reconocer la menor entrada y salida que aquí se halla. A la noche, despues de haber reconocido las infinitas entradas y salidas de estas sierras, nos retiramos al campamento á causa de una gran turbonada que amenaza, la que desaguó lo bastante, y ventó.