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Compónese la cascada de una sucesion de catorce caidas ó cascadas, de proporciones y aspectos diferentes, formando como una inmensa escalera de torbellinos y de peñascos, sobre los cuales se lanzan las aguas en brillantes plumajes, en enormes chorros ó en espirales cristalinas y nubes tornasoladas de menuda lluvia Si el conjunto, visto de frente, es encantador, se experimenta suma delicia al situarse debajo de uno de los mas enormes peñascos, donde gira un pasadizo practicado en la concavidad de la roca; sintiéndose uno arropado por el turbion que salta por encima, formando una soberbia boveda líquida y espumante que se encuadra primorosamente en el doble marco de los bosques.

25 ¿Quién repartió conducto al turbión, y camino a los relámpagos y truenos, 28 ¿Por ventura la lluvia tiene padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío? 29 ¿Del vientre de quién salió el hielo? Y la helada del cielo, ¿quién la engendró? 30 Las aguas se endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo.

Desgraciadamente siguieron las huellas del maestro poetas adocenados y pobres de imaginación, que exageraron hasta lo sumo sus locuras y caprichos, dando tortura á las palabras y acumulando obscuras metáforas y voces nuevas y disparatadas. Disfrazaban su incapacidad con un turbión de palabras pomposas, y les servía su estilo hiperbólico y ampuloso para ocultar la pobreza de su ingenio.

Apenas llegado, topéme con vuestro hijo, y halléle ya tan enredado y tan en palacio metido y á tanto puesto, que me entró miedo de si podría desatollarlo, y esta es la hora, en que no sólo desatollarlo no he podido, sino que con él atollado me veo, y eso que aún no hace tres días cabales que entrambos estamos en la corte; tal turbión de enredos ha caído sobre nosotros, que estoy enredado y aun con telarañas en los ojos, y tan pegajosas y tales, que por más que restrego no aprovecha.

A semejanza de los primeros granizos de un turbión de pedrisco, desprendiéronse algunos, perceptibles, rojizos; al punto se deshizo toda la nube, cayendo vertical y ruidosa aquella granizada de insectos. Los campos quedaron cubiertos de saltamontes enormes, gordos como el dedo, en una extensión inmensa. Entonces diose principio a la matanza. Horrendo murmullo de aplastamiento de paja molida.

En la epopeya de la patria esclava, fuíste fuerza motriz, luz refulgente, formidable turbión, tempestad brava, que hízonos respirar el libre ambiente. Cuando pedía sangre nuestra aurora, y ayes de muerte hendían el espacio, armaste con tu idea salvadora el brazo vengador de Bonifacio...

16 Que ninguno sea fornicario o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura. 17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado, que no halló lugar de arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas. 18 Porque no os habéis llegado al monte que se podía tocar, y al fuego encendido, y al turbión, y a la oscuridad, y a la tempestad,

¡A qué, llorar una esperanza muerta, si todo ha de caer en el olvido, aunque la herida permanezca abierta! Caviteño. Médico de nota en Manila. Ejerce el profesorado. El turbión, formidable ya no ruge; ya amainaron las hórridas ventascas; y en la manigua trágica y bravía ya no vibra el tronido de las balas...

Cabe anchurosa playa de fina y suave arena y al pié de una montaña cubierta de verdor, hallé en mi patria asilo bajo arboleda amena, y en sus umbrosos bosques, tranquilidad serena, reposo a mi cerebro, silencio a mi dolor. Hoja seca que vuela indecisa y arrebata violento turbión, así vive en la tierra el viajero, sin norte, sin alma, sin patria ni amor.

De pronto, la voz del pontífice entona las primeras palabras del Gloria, y como si fuera el estruendoso derrumbe de ese túmulo de silencio y de dolor que la Iglesia levanta desde la mañana del jueves, descuélganse a un tiempo de lo alto, el trueno de los atabales, el alarido de las chirimías, el turbión resoplante del órgano y, allá arriba, allá afuera, en el aire, en el sol, estalla a la vez el acelerado repique de todas las campanas, frenéticas, locas, delirantes, cantando y echando a los vientos el regocijo sublime y milenario de la Resurrección.