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Parecía mareada y confusa por el ruidoso oleaje de la multitud; pero en realidad, lo que más la turbaba eran los pensamientos que acudían a su memoria.

La señora miraba a la enferma con ojos de conmiseración. ¡Qué gran cosa es la fe! murmuró con suspirante voz. , señora; una cosa hermosa. Y Rafael hubiera añadido alguna frase retórica y brillante de las muchas que había leído en los autores sanos, sobre las grandezas de la fe; pero en vano rebuscó en su memoria; no había nada: aquella mujer turbaba profundamente su timidez de solitario.

No era todo desprendimiento; vagamente veía en lontananza un porvenir de indemnizaciones patrióticas que aunque estaban en el programa de su partido, a él no le alcanzaron. A las nuevas haciendas de don Carlos se fueron Anita, el aya, los criados y tras ellos el hombre, como llamó siempre la niña al personaje que turbaba no pocas veces el sueño de su inocencia.

Uno pedía que se hablara del barranco de la calle de Atrás, otro pedía que se colocase un farol cerca de su casa, otro que se le tirasen algunas pildoras al rematante de las bebidas, otro que los serenos no cantasen la hora porque esto le turbaba el sueño, etc. Don Rosendo asentía, fruncía las cejas, extendía la mano abierta en signo de protección.

El automóvil y el collar de perlas llevan hechas más víctimas que las guerras de Napoleón decía Atilio. Eran estas dos cosas como el uniforme de gala de la mujer, y las que carecían de ellas se juzgaban infelices y maltratadas por la suerte. Su doble imagen turbaba las ilusiones de las vírgenes y la fidelidad de las esposas.

La nieve había cesado de caer y la Luna brillaba entre dos grandes nubes, una blanca y otra negra. La estrecha garganta, bordeada de ingentes rocas cortadas a pico, se extendía bastante lejos, y sobre ambos lados los abetos gigantes se elevaban hasta perderse de vista. Nada turbaba en aquel lugar la calma de los grandes bosques; dijérase que se hallaban muy lejos todas las agitaciones humanas.

El trineo acababa de llegar a la otra vertiente de la montaña y volaba, como una flecha, en las tinieblas. Sólo turbaba el silencio el galope del caballo, la respiración anhelante de la escolta y, de vez en cuando, el grito del doctor: «¡Eh, Bruno! ¡Arriba, vamos

Pero el moscón, enardecido por esta mansedumbre, redoblaba su zumbido injurioso; hasta que al fin la sagrada máscara pensaba que, aunque el silencio era obligatorio, no lo era la acción, y sin hablar palabra levantaba el cirio, dando con él varios golpes al borracho que turbaba el santo recogimiento de la ceremonia.

A veces un cazador ó un bandolero penetraba en la caverna y turbaba el descanso del poderoso anciano. Este levantaba lentamente la cabeza, hacía una pregunta al tembloroso visitante y después volvía á su interrumpida meditación, diciendo al suspirar: «¿Todavía no?» ¿Qué esperaba para morir en paz?

Pero con gran sorpresa observaron que ningún ruido turbaba la paz augusta del Alcázar. Parecía que la institución monárquica dormía aún en él, tranquila y sosegada, como en los buenos tiempos. En la mañana del 30, Cándida entró muy sofocada. «¿No saben lo que pasadijo antes de saludar. «¿Qué, señora, quépreguntaron todos con la mayor ansiedad, creyendo que algo muy estupendo había ocurrido.