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Facundo no había encontrado tanto armamento como el que resultaba de los cómputos que podían hacerse sumando el que existía en la provincia en tal época, más el traído de Tucumán, de San Juan, de Catamarca, etc. Otra circunstancia singular agrava las sospechas que en el ánimo de Quiroga pesan contra el gobernador.

La consternación reina en Tucumán; la emigración se hace en masa, porque en aquella ciudad los federales son contados. ¡Era la tercera visita de Facundo! Al día siguiente debe repartirse una contribución.

Porque en Tucumán el cupido o el sátiro no estaba ocioso. Agrádale una jovencita, la habla y la propone llevarla a San Juan. Imagináos lo que una pobre niña podría contestar a esta deshonrosa proposición hecha por un tigre.

Quiroga, en tanto, llega a su destino, arregla las diferencias entre los gobernantes hostiles y regresa por Córdoba, a despecho de las reiteradas instancias de los gobernadores de Santiago y Tucumán, que le ofrecen una gruesa escolta para su custodia, aconsejándole tomar el camino de Cuyo para regresar. ¿Qué genio vengativo cierra su corazón y sus oídos y le hace obstinarse en volver a desafiar a sus enemigos, sin escolta, sin medios adecuados de defensa? ¿Por qué no toma el camino de Cuyo, desentierra sus inmensos depósitos de armas a su paso por La Rioja y arma las ocho provincias que están bajo su influencia?

De aquí por su mandado á priesa fueron Tres hombres con despachos y recados A Tucuman, en breve se pusieron, Que en el camino estaban bien cursados. Con esto en Tucuman presto tuvieron Noticia de Don Diego y de sus hados. Al Paraguay tambien la nueva viene Al tiempo que velarse le conviene.

Necesita dinero para la primera expedición a Tucumán, y pide al tesorero de la Casa de la Moneda 8.000 pesos por cuenta de sus acciones, que no había pagado; en Tucumán pide 25.000 pesos para pagar a sus soldados, que nada reciben, y más tarde pasa la cuenta de 18.000 pesos a Dorrego para que le abone los costos de la expedición que había hecho por orden del gobernador de Buenos Aires.

Facundo ha vuelto a San Juan y desbandado su ejército, no sin devolver en efectos de Tucumán las sumas arrancadas por la violencia a los ciudadanos. ¿Qué queda por hacer? La paz es ahora la condición normal de la República, como lo había sido antes un estado perpetuo de oscilación y de guerra.

Bolivia se asociará, quiera que no, a este movimiento, y Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corriente, Jujuy, Salta y Tucumán lo secundarán desde que comprendan que todo su interés, todo su engrandecimiento futuro depende de que esos ríos, a cuyas riberas duermen hoy en lugar de vivir, lleven y traigan las riquezas del comercio que hoy sólo explota Rosas con el puerto, cuya posesión le da millones para empobrecer a las provincias.

Su obrar activo, su espíritu y determinacion fueron sin duda los diques que contuvieron la velocidad con que corrian los progresos de la sedicion, y los que sofocaron las voraces llamas que habian comenzado á arder con demasiada violencia, agitadas por las dulces lisongeras ofertas de la libertad que prometian los edictos de Tupac-Amaru, esparcidos por sus comisionados en todas partes, los que no dejaron de penetrar hasta los corazones de los habitantes de la provincia del Tucuman, cuyos naturales empezaban ya á disponerse para admitir con gusto las turbaciones suscitadas en Chayanta y Tungasuca, no teniendo reparo en expresar publicamente lo muy grato que les seria el dominio de un dueño que aseguraba libertarlos de la opresion en que se consideraban.

La provincia del Chaco es un vastísimo espacio de tierra de trescientas leguas de largo y ciento de ancho, situado entre las provincias del Tucumán, de los Charcas, del Río de la Plata, del Paraguay y de Santa Cruz de la Sierra, cercado por todas partes de una larguísima cadena de montes, que empezando á levantarse desde la ciudad de Córdoba del Tucumán, llegan hasta las opulentísimas minas de Lipes y Potosí; luego tirando á Santa Cruz de la Sierra, rematan en la gran laguna Mamoré.