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Sobre los miles de cabezas empezó á subir y bajar una nube de gorras echadas en alto. ¡Excelente y simpático pueblo! dijo Gillespie, saludándole con una mano. Y mientras una nueva ovación acogía estas palabras, ruidosas como un trueno é incomprensibles para el público, el gigante fué á sentarse en su escabel.

Andrés, no muy libre de los vapores del vino, cansado y temblequeante, rodó por el suelo, levantando sobre el tillado trépido una nube de polvo. El golpe recio de la caída retumbó por la casa abajo como el eco sordo de un trueno. El hombrón, pataleando, con la boca llena de blasfemias y los puños crispados, trataba de levantarse, y Carmen medía, con mirada de loca, la altura de la ventana.

Esta profecía me agradó; una tormenta era un feliz incidente en mi vida monótona, y a pesar de mi miedo, me gustaban el trueno y los relámpagos, aunque solía temblar de pies a cabeza cuando los estallidos se sucedían con mucha rapidez. Durante la primera parte de la tarde, erré como alma en pena, por el jardín y el bosquecillo.

Suena un trueno, y una mano gigantesca se presenta, y escribe en la pared, con llamas, palabras de una lengua desconocida. El Rey pregunta el significado de aquellas palabras, pero todas las lenguas enmudecen. Daniel aparece entonces, y dice: Así la mano de Dios Tu sentencia con el dedo Escribió..... Porque has hecho Profanidad á los vasos.

El aspecto de la goleta con los mástiles rotos, tumbada sobre una banda como un animal herido en el corazón, era triste, lastimoso. El mar chocaba contra las peñas y sobre el costado del barco, produciendo un ruido violento como el de un trueno, las gaviotas comenzaban a revolotear en derredor nuestro, lanzando gritos salvajes.

Terribles rumores suben de lo hondo y parecen predecirnos mala suerte: oimos la caída de las piedras que se desmoronan, el ruido de las ramas cargadas de lluvia que rechinan en el tronco, el sordo trueno de la cascada, y el chapoteo de las aguas del lago contra la orilla.

Los árboles flotantes y las hierbas arrastradas por la corriente se suceden en procesión interminable; á veces se oye el estruendo de un trueno; es el hundimiento de un trozo de bosque que las aguas habían minado.

Pero Joaquín, que ya tenía veintidós años, abogado, filósofo, economista, literato, revistero, historiógrafo, poeta, teogonista, ateneísta, ¿cómo se podía someter a confesar y comulgar todos los domingos? Federico también era muy precoz y hacía articulejos sobre el Majabarata. El trueno gordo estallaba cuando uno u otro decían algo que a su mamá le parecía sacrilegio. ¡Cristo la que se armaba!

Un trueno que retumbó sobre Vetusta sirvió de acompañamiento a la cólera del canónigo. «¡Eso! ¡eso! rugió mientras abría la portezuela y se apeaba frente a su casa . ¡Esto sólo se arregla con rayos!». Y entró en su casa después de pagar al cochero. Los rayos que quería le esperaban arriba dispuestos a estallar sobre su cabeza.

1 Y miré cuando el Cordero hubo abierto el primer sello, y al primero de los cuatro animales diciendo como con una voz de trueno: Ven y ve. 2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que estaba sentado encima de él, tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió victorioso, para que también venciese. 3 Y cuando él hubo abierto el segundo sello, al segundo animal, que decía: Ven y ve.