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Ahora me las pagarás todas juntas... ¡Cuánto me has hecho sufrir!... ¡Más maldiciones le he echado a ese dichoso convento...! Pero qué guapa estás, nena. Chi. Estás hermosísima. Chi... para ti. El frío aquel de fiebre se trocó de improviso en calor violentísimo, y la risa convulsiva en explosión de llanto. «No es día de llorar, sino de estar alegre». ¿Sabes de qué me acuerdo?

Por manera que el insigne D. Pedro trocó por un año de vida los siglos de popularidad que ha disfrutado, y disfrutará todavía muchísimo tiempo, la memoria del pobre D. Francisco, y el alto honor de figurar en el mencionado cuadro de Gisbert. Conque volvamos á la Casa de las Conchas.

Su semblante, que hasta allí había ido sombrío, pálido, contraído, se dilató; su boca estereotipó su maliciosa é insolente sonrisa de bufón, sus ojos bizcos empezaron á moverse y á lanzar miradas picarescas, y su andar, sus ademanés, todo se trocó. Sacó del bolsillo un cinturón de cascabeles y se le ciñó. Luego atravesó dando cabriolas las galerías de palacio.

Estas y otras reflexiones le alumbraron no poco el entendimiento, y encendieron la voluntad en el amor á las cosas del alma, de Dios y de la eternidad, hasta que labrando interiormente el Espíritu Santo con su gracia en su corazón este desengaño, le trocó totalmente en otro hombre; y así, resuelto á ser religioso, se sintió llamar eficazmente á la Compañía; y como ya estaba descarnado de las cosas del siglo, fácilmente obedeció á las inspiraciones del cielo, y recibido en la Compañía en el mismo Colegio de Salamanca, á los 3 de Julio de 1669, pasó luego á tener su noviciado en Villagarcía.

La bóveda azul no trocó en negro su color azulado: conservó su azul, aunque le hizo más oscuro. El aire era tan diáfano y tan sutil, que se veían millares y millares de estrellas, fulgurando en el éter sin término.

Volvió á persuadir á Roger lo que antes por medio de Canavurio familiar ministro de Irene su suegra, el cual después de ir y venir muchas veces de Constantinopla á Galípoli, concertó el mayor negocio para los Catalanes, que se pudo desear para su grandeza y aumento, si como se les ofreció se les cumpliera; pero la insolencia de los soldados, la envidia de los Griegos, la instancia del hijo trocó el amor y aficion que Andronico tenía á nuestras cosas en mortal aborrecimiento; y así se determinó entre el Emperador y su hijo dar aparente y honrosa satisfacion á los Catalanes, y ocultamente trazar su perdicion y ruina; aunque esto no lo dicen los Historiadores, dejase fácilmente entender por lo que después se hizo.

Halló á su primo sentado en viejo sillón de cuero con un libro en la mano, esto es, en su posición natural de sabio. En el momento de sorprenderle, sus labios finos se plegaban en una sonrisa irónica. Pero al levantar los ojos y ver á su primo, aquella expresión maliciosa se trocó en otra de cordial alegría. Alzóse vivamente del asiento y vino á abrazarle.

Contra lo que Salvador esperaba y temía, Navarro se dejó llevar, y después de instalado en vivienda tan distinta del lóbrego y tristísimo hospital en que antes moraba, su exaltación se trocó en abatimiento y su aspereza en indiferencia, no exenta en algunos instantes de suavidad y aun de discretas y sosegadas razones.

Nunca ausencia se tomó por medio para acrecentar una aficion, antes suele ser con que la mayor se desvanece, como siempre suele esperimentarse: El amor y aficion de Andronico se fué perdiendo, y la mujer al mismo paso desesperando y cerrando la puerta á su pretension, trocó los ruegos en amenazas. Admitió platicas y tratos de Príncipes extranjeros enemigos de Andronico.

8 Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó en esfuerzo; antes mi fuerza se me trocó en desmayo, sin retener vigor alguno. 9 Pero la voz de sus palabras; y cuando la voz de sus palabras, fui adormecido sobre mi rostro, y mi rostro en tierra. 10 Y, he aquí, una mano me tocó, e hizo que me moviese sobre mis rodillas, y sobre las palmas de mis manos.