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Por fin se aproximó, acercó una silla y nos pidió con expresión sonriente permiso para terciar en la conversación. ¡Bah! Para lo que decíamos... Elena no está inspirada, y yo he dado prueba de buena voluntad sin resultado. No sin resultado... No puede usted figurarse el placer que me ha producido... Elena dijo aquello con una triste gravedad que quitaba toda trivialidad al cumplido.

A la España le toca por utilidad y gratitud aplicarse á estudiar y difundir los tesoros literarios de la Alemania, apartándose á todo escape de esa corrupcion y pobreza de la superficialidad francesa, que sin título alguno invade nuestros dominios literarios, extraviando la juventud, pervirtiendo el gusto, y cegando nuestra poderosa facundia original con manantiales de estéril trivialidad, de infecunda superchería.

Yo en cambio sufro, comprendo toda la trivialidad que los mueve, la insignificancia de lo que sienten. Los muchachos como Castilla sólo pueden embobar a las tontas. Embobarlas y reírse de ellas. Reírse con razón, porque para llegar a formarse una ilusión sobre esos tilingos... Bueno, le interrumpió Raquel déjame con mis ilusiones y quédate con las tuyas.

Fue todo aquello una grotesca escena de sainete, acaecida en un segundo, y, sin embargo, aquella pequeña y ridícula trivialidad de la vida decidió para siempre de la suerte de Jacobo...

Como quiera que la vida ordinaria ofrece pocas veces temas interesantes para la poesía y su exposición sencilla precipita á menudo en la trivialidad, como se observa en gran número de novelas inglesas y alemanas, los novelistas, en vez de esperar pacientemente que el espectáculo de la vida les depare un asunto adecuado, prefieren tomar una parte grande de ella y por el sistema de condensación lograr interés para su obra.

Las circunstancias poco ordinarias en que Carlos y Eva se habían conocido en África, eran de esas que crean en una semana una intimidad de veinte años. Ya, hacía algún tiempo, habían balsado juntos en un baile del gobernador; pero en el mundo oficial y en la trivialidad de las frases de salón, «se habían cruzado sin verse», según el refrán melancólico, secreto de tantos destinos fracasados.