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»Pasé un día, dos y tres, sin pensar en nada, a fuerza de pensar mucho que no me interesaba, para no caer en las fauces de los pensamientos que temía.

Se ve, por tanto, que la esfera celeste puede dividirse en tres zonas: la de las estrellas circumpolares, ó de estrellas perpetuamente visibles; la de las estrellas que salen y que se ponen, y cuya visibilidad durante la noche depende de la época del año en que se está; y, finalmente, la zona de las estrellas que no se elevan nunca por encima del horizonte.

Pero más que todos esos fastuosos salones, más que todas esas ricas exposiciones de la entusiasta imaginacion de un pueblo brillante y fantástico, más que todos esos fatigosos alardes de lujo y de riqueza, hieren y cautivan nuestra atencion tres salas extensísimas, casi desnudas, silenciosas, solemnes: la sala del trono, con sus doce enormes arañas, destinada primitivamente á las recepciones, á los banquetes y festines, y las dos salas de los Prebostes, de esos magistrados del pueblo, de esos reyes de la ciudad, de esos alcaldes absolutos que eran los amos de Paris, como los padres de la edad media eran los amos de su familia, como los señores feudales eran los amos de su feudo y de su castillo.

Pero alguien debió presenciar el caso ó tener conocimiento, pues seis días después, los ministros del Santo Oficio sorprendieron á los tres hombres, como así lo consigna el autor de los Sucesos de Sevilla, contemporáneo del caso.

Bárbara, que habian servido de sacristía y antesacristía de la catedral antigua, ocupaban un espacio bastante considerable: llenaban entre las tres los últimos tramos de las dos naves principales octava y novena, con todo el fondo de la construccion árabe que servia de ala derecha al mihrab.

Cualquiera que nos viese juntos a los tres, habría creído que éramos dos hermanos, y que la anciana era nuestra madre. El desayuno duraba frecuentemente una hora. Tía Pepa charlaba a su sabor. Yo y Angelina no sentíamos correr el tiempo.

No tenía despacho la casa; pero Bringas se había arreglado uno muy bonito en el hueco de la ventana del gabinete principal, separándolo de la pieza con un cortinón de fieltro. Allí cabían muy bien su mesa de trabajo, dos o tres sillas, y en la pared los estantillos de las herramientas con otros mil cachivaches de sus variadas industrias.

Acaeció, pues, que un día, estando en un terrado de nuestra prisión con otros tres compañeros, haciendo pruebas de saltar con las cadenas, por entretener el tiempo, estando solos, porque todos los demás cristianos habían salido a trabajar, alcé acaso los ojos y vi que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho parecía una caña, y al remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando y moviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos a tomarla.

Los techos fueron de lacerias ó de parihuelos pintados por sus tres caras, al claroscuro, con fantasías platerescas, combinadas con motivos sarracenos; y en las tabicas los monogramas góticos de ihs xps. ó María. Piñas ó racimos estalactíticos dorados completaban la decoración.

Pero tan buenas, y serviciales fueron, tan apretaditas se sentaban siempre las tres, sin jugar, o jugando entre , en la hora de recreo; con tal mansedumbre obedecían los mandatos más destemplados e injustos; con tal sumisión, por el amor de su madre, soportaban aquellos rigores, que las ayudantes del colegio, solas y desamparadas ellas mismas, comenzaron a tratarlas con alguna ternura, a encomendarles la copia de las listas de la clase, a darles a afilar sus lápices, a distinguirlas con esos pequeños favores de los maestros que ponen tan orondos a los niños, y que las tres hijas de del Valle recompensaban con una premura en el servirlos y una modestia y gracia tal, que les ganaba las almas más duras.