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La tía Alcaparrona también bebió, y su hijo, que al fin había conseguido agregarse al cortejo del amo, pasaba y repasaba ante éste, enseñándole la dentadura caballar con la mejor de sus sonrisas. Dupont peroraba tremolando en alto la botella. Venía para invitar a su comilona a todas las muchachas de la gañanía, pero sólo a las guapas.

Existiendo el sol y las flores ¿qué hacía allí, hablando de cosas que no le importaban?... Pero se repuso pronto de aquella rápida crisis. Cesó de buscar entre los legajos amontonados en el escaño, de hojear papeles para disimular su turbación, y tremolando el primer pliego que encontró a mano, continuó su discurso.

Y habiéndole preguntado por las cartas, respondió que el dia antes habia llegado su compañero con un pliego para D. Jacinto: de que resultaron repetidas aclamaciones del infame nombre del tirano, que se oia repetir en las plazas y calles públicas por toda clase de gente; con el mayor regocijo, corriendo todos con banderas y otras demostraciones de júbilo, que imitó D. Manuel de Herrera desde el balcon de su casa, tremolando un pañuelo blanco, y acompañando esta accion con las mismas palabras que los demas, que eran decir: "viva Tupac-Amaru;" las que volvia á pronunciar el pueblo, lleno de alegria.

De pronto, el Capellanet saltó al medio de la plaza tremolando su sombrero... «Pero ¿es que iban a pasar la tarde oyendo la flauta sin bailarCorrió al grupo de atlotas y agarró por las manos a la más grande, tirando de ella. «¡!...» Esto bastaba para la invitación. Cuanto más rudo era el manotazo, más cariñoso parecía y digno de agradecimiento.

Don Gil de Albornoz, el famoso cardenal, marcha a Italia, huyendo de don Pedro el Cruel, y, como experto capitán, reconquista todo el territorio de los papas refugiados en Aviñón; don Gutierre III va con don Juan II a batallar con los moros; don Alfonso de Acuña pelea en las revueltas civiles durante el reinado de Enrique IV; y como digno final de esta serie de prelados políticos y conquistadores, ricos y poderosos como verdaderos príncipes, surgen el cardenal Mendoza, que guerrea en la batalla de Toro y en la conquista de Granada, gobernando después el reino, y Jiménez de Cisneros, que, no encontrando en, la Península moros a quienes combatir, pasa el mar y va a Orán, tremolando la cruz, convertida en arma de guerra.

Estremecíase aún al recordar el final de la gran epopeya, ante la pira fúnebre rematada por el cadáver del héroe, cuando, tremolando la antorcha vengadora que convierte en cenizas el reino de los dioses, expresaba su pena y su sabiduría. Era su tristeza la de la mujer superior que ha amado a un ser ligero, valeroso e inconstante, y en la hora suprema lo plañe y disculpa sus faltas.

Los que la componían se arruinaron por completo, siendo ricos; sufrieron lo indecible, habiendo nacido felices; y en medio del vigor de la humana fortaleza, a la mitad del camino de la vida, tristemente se desangraron y murieron; ¡y no tuvieron la compensación que nosotros hemos tenido, la de ver tremolando sobre el suelo de su patria la bandera de sus ilusiones y de sus ensueños!

Y sin embargo, nunca iba á olvidar su encuentro de un segundo con este soldado que pasaba y se perdía á lo lejos, sin mas tiempo que el necesario para dejar caer cuatro palabras. Despreció á las dos mujeres con su sonrisa irónica. Luego, á Castro, que seguía tremolando su sombrero, le señaló el fondo del vagón, gritándole: ¡Aún queda un sitio!... Y no dijo más. Dijo bastante, Miguel.

Por esto cuando Leonora se presentó sobre las tablas un invierno con el alado casco de walkiria, tremolando la lanza de virgen belicosa, prodújose aquella explosión de entusiasmo que había de seguirla en toda su carrera. El mismo Hans se estremeció en su sillón de director, admirando la facilidad con que su amante había sabido asimilarse el espíritu del maestro.

Muchos de ellos agitaron en lo alto estos cascos, y el conde les respondió tremolando su gorra. Los marineros rubios de la goleta gritaron, contestando á las aclamaciones de sus camaradas de los sumergibles: «¡Deutschland über alles!...» Pero este entusiasmo en medio de la soledad del mar, que equivalía á un canto da triunfo, duró muy poco.