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Al cabo de un rato se encontró frente á su casa. Quedó un instante inmóvil y se llevó la mano á la frente cual si tratase de ordenar sus ideas diseminadas. Había allí dentro algo que le abrasaba mucho más que el bárbaro golpe de la espalda, cuyo cardenal le quedó impreso largo tiempo.

Es un gran sacrificio... Pero serás buena con mi pobre hija... Te quiere tanto... No la rechaces, te lo suplico. Yo también la quiero, y si no se tratase más que de ... ¡Pero el mundo y sus prejuicios! Raúl puede perjudicarse en su porvenir y en su carrera, y yo también soy madre, amigo mío.

D. Félix las admiraba: se le hacía la boca agua cuando pasaba cerca de ellas: hubiera dado tres veces su valor por adquirirlas. Pero aún más las admiraba y las veneraba su criado Manolete. Ninguno más aficionado que él á los prados feraces entre los bípedos y acaso entre los cuadrúpedos. ¡Cuántas veces había insinuado á su amo que tratase de comprar estos prados!

Reunido á Paez en el Mantecal, le mandó que permaneciese en Apure haciendo frente al enemigo acantonado en Varinas, y que tratase de interceptarlas comunicaciones entre Venezuela y Nueva Granada, ocupando á Pamplona, ó si posible fuera, á Suata.

Imagine usted, pues, si me canso de ser mero espectador, y mero espectador poco atento y distraído, cuánto me cansaría si reclamase también un papel y tratase de representarle.

Algunas semanas después, la enfermedad de D.ª Carmen se agravó extremadamente. Ya no cabía duda a los médicos de que su fin estaba muy próximo. La postración era absoluta. No le quedaba en el rostro más que la piel y sus grandes ojos tristes y benévolos que se fijaban con extraña intensidad en cuantos se acercaban a ella, cual si tratase de leer en las fisonomías el terrible secreto de su muerte.

Trátase de dos amantes en la corte de León, de quienes todos sospechan, y que, para entenderse sin estorbos, y sin producir en nadie recelos, inventan un medio secreto de hacerlo. Elvira, dama de la corte, es amada por el Rey, conviniéndole acceder aparentemente á sus pretensiones, aunque, en realidad, sea su amante Don Lope, el secretario del mismo Rey.

Quizá notaba la predilección de aquélla por Antoñico y esto le producía la natural repugnancia, ó bien trabajaba sobre mismo para vencer un amor que tantos dolores le había causado. Paca le contó lo que pasaba, hablaron largamente de Soledad, le expuso sus temores y concluyó por rogarle que tratase de disuadirla también de aquella relación que tanto podía perjudicarla.

Había tenido noticia de lo que se trataba y venía desde el billar jadeante, trémulo, como si se tratase realmente del desafío de un hermano. Se dirigió con voz alterada a los padrinos diciéndoles que aquel lance no podía efectuarse, que era necesario arreglarlo y que él estaba dispuesto a hacer cuanto fuese necesario para ello dejando el honor de ambos a salvo.

Hizo una mueca de desprecio y añadió: ¿Pretende usted que vaya á rogar á esos dos señores que no arriesguen sus preciosas vidas, para que después cada uno de ellos me exija algo á cambio de su obediencia?... Además, si intervengo en ese asunto, los dos van á creer, cada uno por su parte, que me inspiran gran interés, y ninguno de los dos me importa nada... Si se tratase de otro hombre, tal vez accedería á su ruego.