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CLEÓBULO, está afanado para saber qué figura tenian las hebillas de los Romanos, y hace un tomo entero para probar que no usaban espuelas, y trata con mucha extension de los anillos, de los juegos, y otros divertimientos de aquellos tiempos, con tanta satisfaccion, que tiene por ignorantes, é irracionales á los que no emplean, como él, todo el tiempo en inútiles averiguaciones.

¿A quién? A Todd. No señor. Pues no hable usted. ¿Sabe usted lo que es el poder hipotérmico del alcohol? Tampoco; pues cállese usted. ¿Sabe usted con qué se come el poder diaforético del citado alcohol? Tampoco; pues sonsoniche. ¿Niega usted la acción hemostática del alcohol reconocida por Campbell y Chevrière? Hará usted mal en negarla; se entiende, si se trata del uso interno.

"Anoche casi me desmayé. Se trata de algo tan penoso y desagradable que no puedo arrancarme a la impresión. He dado al hecho mayor trascendencia de la que tiene, porque en realidad ¿puede importarme algo, ahora, que Julio sepa o no sepa mi asunto con José Luis? ¿Acaso abrigo todavía esperanzas?

¡Probado!... ¡Si está más claro que la luz del mediodía! No se trata ya del pleito de filiación, ni Ese es el camino. Eso es cosa juzgada. Empéñese usted en seguirlo adelante, y consumirá su vida, su dinero y su salud inútilmente». Isidora sudaba.

Así es respondió el mediano ; pero yo he dicho verdad en lo que he dicho; porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más de un padre que no me tiene por hijo y una madrastra que me trata como alnado; el camino que llevo es a la ventura y allí le daría fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida. Y ¿sabe vuesa merced algún oficio? preguntó el grande.

Así, pues, calma ese ardor, Blasillo; se trata seguramente de algún buque que ha zozobrado y que pide auxilio. Pero se equivoca; lo que hice ayer por ti, Blasillo, no lo hubiese hecho ni lo haré jamás por nadie. Le debo la vida una segunda vez, comandante; sin usted, sin la tempestad que me arrojó a su paso, yo me hubiera hundido con la desgraciada canoa en que navegaba al dejar la tartana.

Tampoco me refiero a la magnificencia de las decoraciones, los trajes y los bailes; no se trata del teatro, sino de la sala. En ella tiene lugar un espectáculo muy curioso en otro sentido, pero tan seductor y brillante como el de la escena.

Me arredra el temor de extraviarme, y la conciencia de mi poquísimo saber en Economía Política, ciencia que, al cabo, después de mucho cavilar, han venido todos los autores a coincidir con Aristóteles en que trata del dinero, o, en general, de la riqueza, por donde la llama Crematística el sabio de Estagira. Y es mayor infortunio aún que el de mi propia ignorancia, el de que,

Lo llama por su nombre, le echa los brazos al cuello y trata de apartarle las manos del rostro; y, como todo es inútil, se deshace también en lágrimas. Al ruido de sus sollozos se levanta Juan lentamente y mira a su alrededor, con mirada terrible. Ve unas ropas colgadas de la pared; ropas de niño de una época muy antigua. Las conoce perfectamente.

El Mensaje de Rosas anuncia todos los años que el celo de los ciudadanos mantiene los establecimientos públicos. ¡Bárbaro! ¡Es la ciudad, que trata de salvarse de no ser convertida en pampa si abandona la educación que la liga al mundo civilizado!