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Hay muchas personas propensas a convertirlo todo en misterio. Al trasmitir la más insignificante noticia exigen reserva. Proceden así por miedo. Son seres pusilánimes que temen verse comprometidos a cada instante. La recomendación de guardar reserva tiene siempre por origen la cobardía.

La trasmision supone algo que se puede trasmitir: si pues el acto de la conciencia se trasmitiese, resultaria que él en seria algo permanente, al través de la sucesion de las substancias; y aquí una consecuencia bien extraña á que se hallará conducido el filósofo aleman con su teoría de las trasmisiones.

Aunque gruñendo un poco, concluyó la señora de Montauron por dar el beneplácito, y como Pedro tuviera que pasar por París para ir a embarcarse en Boulogne, fue el encargado de trasmitir la invitación a Fabrice. Cuando el marqués anunció a este amigo su viaje a Inglaterra, donde debía permanecer varias semanas, no pudo el artista dominar su extremada sorpresa.

Los libros que leía, las lecciones que escuchaba, dejaban en su espíritu profunda huella; y el pobre muchacho, traído del campo hasta la morada del obispo, trasladado de pronto desde la libre existencia de los prados y montes al severo recinto por donde vagaban, como espectros atezados, los familiares de su tío; obligado a cambiar de género de vida, rodeado siempre de rostros en que parecía delito la sonrisa, sin nadie a quien poder trasmitir las primeras impresiones que, como bandada de pájaros no avezados al vuelo, se alzaban en su alma, fue poco a poco haciéndose reservado y triste; sintió anublado su espíritu por las sombras que la soledad engendra, y sólo halló para sus cavilaciones puerto de refugio en la esperanza del porvenir.

Al trasmitir un secreto, conservando lo fundamental, le añadimos el cúmulo de nuevos detalles que nos sugiere la fantasía. Y así, de trasmisor en trasmisor, de cuentero en cuentero, o de chismoso en chismoso, la noticia o secreto llega a trasfigurarse casi en absoluto. Por esto en la Historia, que es, como dice Galdós, la destilación del rumor de los siglos, todo es discutible.

D. Félix se estremeció, echó una rápida mirada de angustia al retrato de su hija y después de una pausa dijo con voz insegura: No puedo... Dígale usted que no puedo recibirla ahora... Que venga otro día. El ama de gobierno retiró su cabeza y bajó para trasmitir la nada grata respuesta. El capitán siguió midiendo el salón tristemente.

Hablaba de animalitos y enfermedades, abá, ¡castigo de Dios! ¡Merecido lo tiene! ¡Como si el agua bendita pudiese trasmitir enfermedades! ¡Todo lo contrario, abá!

I como los hebreos que vivian en Oriente eran sapientisimos, de aquí nació que la mayor parte de los recien venidos á estas tierras comenzaron á ilustrarlas con sus escritos i á fundar academias en donde trasmitir á las gentes sus no vulgares conocimientos en todo linaje de ciencias i artes.