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La fundaron Ruy Gonzalez Mesia, comendador de Segura en la órden de Santiago, y su mujer D.ª Leonor Carrillo por los años de 1384, arrimada al muro de poniente, ocupando los dos tramos cuarto y quinto de la primera nave principal.

Ahí, en los tramos de esa magnífica escalera, casi debajo del balcon en que Luis Felipe habia sucedido á otro rey, el movimiento del 48 presentó al tribuno y poeta Lamartine la bandera republicana, esa bandera que sucedió á Luis Felipe, como Luis Felipe habia sucedido á Cárlos X.

Descendía hasta la ribera del mar formando diversos tramos, y á su final, un camino siguiendo el borde de la costa conducía al puerto. La mujer vaciló bajo el arco de entrada. Te advierto dijo amenazando con un dedo á Miguel que si vuelves á las tuyas, pido socorro. ¿Me prometes ser hombre serio?... ¿Palabra?... Bueno; marcha delante: no me fío. El se lanzó por la escalera como un explorador.

Capilla de S. Antonio de Pádua. Es fundacion de Alonso Fernandez de Córdoba, quien la labró en el año 1400, contra el muro de levante, en el cuarto tramo de la última nave principal, ocupando parte de los dos tramos adyacentes. En 1532 la dotó D.ª Beatriz de Sotomayor, su patrona. Terminan con esta capilla las obras ejecutadas durante el siglo XIV dentro del templo.

Mi buena y sufrida mujer y yo subimos dos tramos, compuestos de 23 escalas, y nos encontramos en un entresuelo lindísimo, con dos balcones á la calle y perfectamente arreglado, como todas las habitaciones francesas.

Fué fundada en 1385 por Ruy Fernandez de Córdoba, hermano de D. Gonzalo, primer señor de Aguilar, en la misma nave principal que la anterior y contra el mismo muro, ocupando los tramos catorce y quince. Yacen en ella el célebre veinticuatro Fernando Alonso de Córdoba, primer señor de Belmonte, y su segunda mujer D.ª Constanza de Baeza y Haro. Capilla de la Cena.

Pronto fondeamos frente al puerto de La Guayra, pequeña ciudad recostada sobre los últimos tramos de la montaña y que, a lo lejos, con sus cocoteros y palmas variadas, presenta un aspecto simpático a la mirada. Allí nos despedíamos de aquellos que habían concluido su viaje, cuando un viejo amigo de Buenos Aires, el Dr.

Creyendo reconocerle, pero resistiéndose a dar crédito a sus ojos, pensó: «Parece imposible que descuide al niño de este modo. No, no puede ser. ¿Cómo es posible que esta criatura sucia, desarrapada y mocosa, sea el angelito vestido de encajes a quien vi en el Paseo de CochesSubió los seis tramos que le faltaban y tuvo que detenerse a respirar. ¿Por cansancio? No. ¿Por miedo? Tampoco.

Pregunté al boyero por dónde se subía más de prisa a Bisusalde, y me mostró el camino, que, al principio, más que camino, era una escalera formada por tres o cuatro tramos hechos con vigas y que terminaba en una cuesta en zig-zag.

Subimos dos tramos, y hénos aquí en pleno piso segundo con entresuelo; pero los criados y la criada continuaban subiendo escaleras. ¿Dónde va usted, mujer de mis pecados? Es que en el piso segundo no hay habitacion vacante. Suban ustedes; esto no es alto para Paris.