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Sólo al entrar, y cuando los cuatro se sentaron a tomar café dijo con su habitual desenfado: «Narices, ya está reunido aquí toíto el Demi-Monde». Fortunata y Feliciana no comprendieron; pero Rubín se puso encarnado y se incomodó mucho; porque aplicar tales vocablos a personas dispuestas a unirse en santo vínculo le parecía una falta de respeto, una grosería y una cochinada, señor, una cochinada... Mas se calló por no armar camorra ni quitar a la reunión sus tonos de circunspección y formalidad.

Esta prima fue la que le diera la carta que ahora me entregaba. Pero ¿cómo sabía usted que era yo y dónde vivía? Verá uté, señorito. Su mersé da casi toíto lo día tre o cuatro paseíto por la caye de San José y mira mu encandilao hasia la parte del convento, ¿verdá uté? Fue mi prima lo ha arreparao y se diho contra : «Ete e er señorito de la señorita», y le ha seguío lo paso hata da con la posá.

Este era siempre el último insulto y el que, en su opinión, resumía y compendiaba todos los demás. La razón de aquella granizada de denuestos: que hacía diez minutos largos que eran sonadas las once y que esperaba. Quedé estupefacto. Pero, chica, ¿no sabes? ¿Qué?... Quise contarle el encuentro que había tenido por la mañana. Toíto lo ; no me cuentes... ¿Y qué hay con eso?

; es menester que me cuentes toíto lo que sientes, que yo sepa una por una tus ducas desde que han comenzao... Se me ha metió en la cabeza, hijo, que te han dado bebía, y si es así, hay que deshacerla con alguna oración, ó de otro modo que ya te iré explicando.