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¡Quita, quita! ¡Gorrinazo! Y le pegó con la ballena un golpecito en los dedos. Volvió el gandulote a embestirla y ella a defenderse de la misma manera. Trató de agarrarla por la cintura. La doncella se levantó y corrió por la estancia, haciéndose la enojada. ¡No me toques, Manín! Mira que llamo a la señora. Pero él no hacía caso.

Su orgullo consistía en ser un «buen preso», imitando los gestos y la impasibilidad de los veteranos del crimen que estaban abajo; en conocer los toques de corneta y moverse automáticamente, cual si llevase varias campañas y viviera en la casa como en su propio elemento. Saludó al empleado llevándose la mano a la cabeza y quedó inmóvil.

» No me respondieron una palabra. Don Santiago me había oído sin apartar de sus ojos compasivos; pero su mujer era una roca. »Convencida de ello, abandoné por inútiles los toques al sentimiento de aquella inexorable criatura, y acometí de frente la empresa llamando a las cosas por sus nombres.

Se quitaban la boina para sacudirla el agua, dejaban en el suelo el barro de sus zapatones claveteados, y sorbiéndose una taza de café con toques de aguardiente, discutían con la tabernera la comida que había de prepararles para las once, cuando emprendiesen el regreso al pueblo.

De él nada conoces, ni el nombre, ni el semblante, ni la seda de que se viste. Para que heredes sus bienes inenarrables, basta con que toques esa campanilla, puesta a tu lado, sobre un libro. El exhalará entonces un suspiro, en los lejanos confines de la Mongolia. Será un cadáver: y verás a tus pies más oro del que puede soñar la ambición de un avaro.

Dos velas inmóviles, cruzadas como dos alas sobre el agua inmóvil también; una tenue línea de humo por el lado de Collonges, y ningún otro signo de vida. En medio del silencio infinito, lejanos toques de campana anunciaban que una vida acababa de extinguirse. Al Cielo, a la tierra, a la luz, Roberto Vérod pedía cuentas de aquella vida.

En Madrid no se han visto nunca cosas de tanta novedad y buen gusto. También he recibido casquetes de paja y tela, cintas de mil clases, plumas, marabús, egretas, penachos, amazonas, toques, alones, colibrises, esprís, y cuanto Dios crió.

Vamos a verlo dijo Castro avanzando hacia ella. ¡Eh, niño, alto! que yo soy de mírame y no me toques.... Bueno, si queréis tocad la espalda añadió generosamente. Y uno tras otro fueron poniendo la palma de la mano en la espalda de aquel hermoso animal que, efectivamente, casi quemaba.

Nadie había de llegar de fuera de la viña, pero don Pablo deseaba que sonasen los tres toques y que fueran largos, hasta que no pudiese más el gañán que tiraba de la cuerda. Le alegraba este estrépito metálico: creía que era la voz de Dios extendiéndose sobre sus campos, protegiéndolos como tenía el deber de hacerlo, por ser su amo un buen creyente.

Verterás la dulce euritmia del verso en prestigio de los lares nativos, cual aroma de grandeza, en el terso y aureo yelmo de patriotas altivos... Tu canción sea de triunfos y amores ante el alma nacional que te escucha: blancos ritmos a doncellas y flores, bravos toques a adalides en lucha...! POETAS ESPA