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Los campanarios de los pueblecitos devolvían con ruidoso badajeo el toque de misa primera que sonaba á lo lejos, en las torres de Valencia, esfumadas por la distancia.

Tal vez aquel toque señalaba el momento en que su marido iba a colocarse frente a la fiera. ¡Y ella allí, a pocos pasos de distancia, y sin verle!... Quería escapar para librarse de este tormento. Además, la angustiaba la sangre que corría por el patio, el tormento de aquellas pobres bestias.

Ella se levantó de un salto y se echó para atrás: ¡No me toque usted! Yo sentí que mi inmenso amor chocaba contra un odio implacable. ¡Bueno! ¿La causo horror? la dije. ¡Y lo ama usted a él! Y aun cuando en realidad quisiera usted matarse, no lo haría, porque teme el juicio de su Dios. Yo quiero librarla a usted de esa pena!...

Á las cinco de la mañana se iba para misa, oyendo unas cuantas seguidas hasta la hora del desayuno; y como el templo estaba cercano, el día entero se lo pasaba en idas y venidas hasta el toque de oraciones, después del cual el sacristán cerraba las puertas.

Como quiera que la fuerza dispuesta para prender al bravucón era insuficiente, hubo que reclamarla mayor, llegando el caso á tener que dar el toque de rebato en la iglesia de Santa Ana, á fin de que acudiera gente que auxiliara á la justicia.

Pero ya había tomado la maldita costumbre de ir, y todas las noches, si lo retardaba algo, empezaban al toque de ánimas a hormiguearle y bullirle los pies, y ellos mismos, pronunciándose y rebelándose contra su voluntad, le llevaban a escape y como por encanto a casa de ambas Juanas.

Una alegre mañana de junio, en que el Padre Ministro comprobaba con satisfacción que el consumo de patatas en el mes pasado había sido mucho menor que el del correspondiente del año anterior, un leve toque en su puerta vino a interrumpir su tarea. ¡Adelante! exclamó. El Hermano Fuente dió vuelta al picaporte y dijo: Padre Ministro; un hombre desea hablarle.

Querida niña, si tuviera tiempo te demostraría que entre y yo no puede haber nada más torpe ni más inoportuno. Pero oigo el segundo toque y prefiero olvidar esta declaración intempestiva a exponerme a oír otra más difícil de digerir.

El tomó un bodigo de aquellos, el que mejor le pareció, y dándome mi llave, se fue muy contento, dejándome más a . Mas no toqué en nada por el presente, porque no fuese la falta sentida, y aun porque me vi de tanto bien señor parescióme que la hambre no se me osaba allegar. Vino el mísero de mi amo, y quiso Dios no miró en la oblada que el ángel había llevado.

Próspero acarició, meditando, la frente de la estatua; dispuso luego al grupo juvenil en torno suyo; y con su firme voz voz magistral que tenía para fijar la idea e insinuarse en las profundidades del espíritu, bien la esclarecedora penetración del rayo de luz, bien el golpe incisivo del cincel en el mármol, bien el toque impregnante del pincel en el lienzo o de la onda en la arena comenzó a decir, frente a una atención afectuosa: *