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En cuanto al grupo de paisanas que aguardaban el toque de oraciones, sus vestidos originales y pintorescos realzaban la gracia y sencillez de sus fisonomías inocentes.

-Ahí esta el punto -respondió don Quijote- y ésa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?

La falta de alumbrado y vigilancia, favorecía mucho á los pájaros de cuenta que por allí vagaban entre las sombras, siendo muy frecuente que el incauto transeunte que por necesidad atravesaba dados ya el toque de ánimas el paseo, se viera sorprendido por malhechores que lo maltrataban y despojaban de cuanto llevase encima.

En la imprecacion podía estenderse más, podía hablar de religion, de la , de la caridad, del toque de las campanas, de lo que los indios deben á los frailes, enternecerse y diluirse en frases y lirismos castelarinos. Las señoritas de la capital le leerían y dirían: Ben Zayb, ¡bravo como un leon y tierno como un cordero!

Todo el toque estaba en observar la cara que pondría Juan al verle. ¿Diríale algo la voz misteriosa de la sangre? ¿Reconocería en las facciones del pobre niño las de...? Al interés dramático de este lance sacrificaba Jacinta la conveniencia de los procedimientos propios de tal asunto.

Casi todas las tardes, antes del toque de oraciones, se presentaba en la cuadra un viejo escudero. El ruido de sus botas en los peldaños era inconfundible. Sin embargo, el hombre aparecía de sorpresa, abriendo la puerta de un puñetazo.

Junto a él estaba el llamado Teneyro, diputado también, cura de Algeciras, hombre con pretensiones y fama de gracioso, aunque más que a la agudeza de los conceptos, debía esta al ceceo con que hablaba; de cuerpo mezquino, de ideas estrafalarias, tan pronto demagogo furibundo, como absolutista rabioso; sin instrucción, sin principios ni más conocimientos que los del toque del órgano, cuyo arte medianamente poseía.

¡Bien calculó el maligno Celemín lo que había de ocurrir, y cómo la caballeresca escena cambiaba de carácter y adquiría torpe sentido con sólo disponer los combatientes en la forma antedicha y rasgar oportunamente la trasera de unos gregüescos! Las más sublimes escenas de Shakespeare se hubieran descompuesto en esta piedra de toque.

Es asimesmo la buena mujer como espejo de cristal luciente y claro; pero está sujeto a empañarse y escurecerse con cualquiera aliento que le toque. Hase de usar con la honesta mujer el estilo que con las reliquias: adorarlas y no tocarlas.

Ojeda hizo una señal negativa... Y sin embargo, de querer él, lo hubiese podido encontrar en dos minutos. Nélida e Isidro habían desaparecido desde media tarde. Al anochecer, cuando acababa de sonar el toque preparatorio de la comida, volvió a encontrarse con don Carmelo. Se acabó. El pobrecillo ha muerto. Voy a ver al carpintero para que lo tenga todo listo.