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Pagó por nosotros y salímonos del pueblo para el puerto, enfadados del término del ermitaño y de ver que no le habíamos podido quitar el dinero. Topamos con un genovés, digo con uno de estos antecristos de las monedas de España, que subía el puerto con un paje detrás, y él con su guardasol, muy a lo dineroso.

Y él respondió: ¿Pues qué otro? ¿No me ve la mella que tengo en los dientes? No tratemos de esto, que parece mal alabarse el hombre. Yendo en estas conversaciones, topamos en un borrico un ermitaño, con una barba tan larga que hacía lodos con ella, macilento y vestido de paño pardo. Saludamos con el Deo gracias acostumbrado y empezó a alabar los trigos y en ellos la misericordia del Señor.

"¿Es vuestra merced acaso?" le dije yo . Y él me respondió: "¿Pues qué otro? ¿No ve la mella que tengo en los dientes? No tratemos de esto, que parece mal alabarse el hombre." Yendo en estas razones, topamos en un borrico un ermitaño con una barba tan larga, que hacía lodos con ella, macilento y vestido de paño pardo.

A la parte del N registramos una rancheria, en la que se dejó ver un indio, y al vernos echó á huir. Aquí topamos algunos tilbes armados para pescar: su construccion es de palos parados, tejidos con juncos, y les dejan una puerta, y entra por ella el pescado, y cerrada la puerta le toman con abundancia.

Si no, dígame ahora: si acaso en muchos días no topamos hombre armado con celada, ¿qué hemos de hacer? ¿Hase de cumplir el juramento, a despecho de tantos inconvenientes e incomodidades, como será el dormir vestido, y el no dormir en poblado, y otras mil penitencias que contenía el juramento de aquel loco viejo del marqués de Mantua, que vuestra merced quiere revalidar ahora?

A la media legua, á la parte del S, topamos una rancheria á las márgenes del rio, que era de un indio ladino llamado Francisco: recibíome este indio con mucho agrado, á quien exhorté acerca de su reduccion: hícele presente nuestra santa ley; y me dijo, que su hermano Estevan, y él con el indio Mariano, querian reduccion en Mais Gordo.

Y ansí nos fuimos hasta otro lugar de aquel cabo de Toledo, hacia la Mancha, que se dice, adonde topamos otros más obtinados en tomar bulas. Hechas mi amo y los demás que íbamos nuestras diligencias, en dos fiestas que allí estuvimos no se habían echado treinta bulas.

Topamos con un ginovés que subía el puerto, con un paje detrás, y él con su guardasol, muy a lo dineroso. Trabamos conversación con él, y todo lo llevaba a materia de maravedís, que es gente que naturalmente nació para bolsas. Entretúvonos el camino contando que estaba perdido porque había quebrado un cambio que le tenía más de sesenta mil escudos.

¡Y esta puerta, que siempre estuvo franca para los desvalidos, ciérrase agora! ¡No heredaron los hijos la honrada ley de los padres! Catailos los amos. Murió la madre, y el padre fuese por el mundo, dejándolo todo. En la ribera del mar lo topamos que iba con la cabeza descubierta a la lluvia. ¡Clamaba por la muerte! Todo lo dejó para ser pobre como nosotros y tener su silla de oro en el Cielo.

De pronto se detuvo tía Pepa y, sonriendo, nos dijo: ¡Bonita figura! ¡La vieja siguiendo a los galanes! Angelina quiso desenlazar su brazo; pero yo no lo permití. Encontramos nuevos grupos que iban a toda prisa, sin duda para ganar puesto en la capilla. En una esquina topamos con unos «nacateros» que se dirigían al mercado, muy cargados con grandes piezas de carne sanguinolenta.