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Estaba yo tan tonto, que me parecía que siempre había de vivir entre semejante chusma. Pues no te quiero decir, hija de mi alma... un día que se metió allí el picador, el querindango de Segunda. Este caballero y mi amigo Izquierdo se tenían muy mala voluntad... ¡Lo que allí se dijeron!... Era cosa de alquilar balcones. No cómo te divertía tanto salvajismo. Ni yo lo tampoco.

¡Es inútil que nos supliques; somos inflexibles Nos vamos, Marenval, nos vamos. Entonces, no hagáis el tonto, dijo Marenval con solemnidad. Las circunstancias, como veis, son graves. Dejadme amablemente con Tragomer. Y en recompensa... ¡Ah! ¡ah! Un regalo! exclamaron las damas. ¡Bueno! , un regalo, dijo Marenval. Mañana, en todo el día, recibiréis un recuerdo mío. Las mujeres batieron palmas.

Un periódico literario de Paris hace tres preguntas, á fin de que los suscritores curiosos se las contesten. Primera. ¿Qué es lo más temible de este mundo? Yo creo que un tonto. Segunda. ¿Qué debe hacer el hombre para evitar los inconvenientes del casamiento? Yo creo que lo mejor es no casarse. Tercera. ¿Cuál es la tendencia favorita de las mujeres?

Hombre ... eso no me parece bien dijo Lázaro suspenso. ¿Pero cómo vas á perder esta sesión? Habla Alcalá Galiano, Romero Alpuente, Flórez Estrada, Garelli y Moreno Guerra. No habrá otra sesión como ésta. ¿Qué más da que vayas á tu casa ahora ó á las doce? Tu tío creerá que no ha llegado la diligencia. Hombre, no. Estoy cansado. Me esperan tal vez en su casa. No seas tonto. Vente á la Fontana.

, mujer; pero ya no podrá ser hasta mañana, porque este marido tonto que me ha dado Dios, salió antes de las ocho a tomar la casa y avisar el carro, y ya ve usted a qué hora se descuelga por aquí, con todo ese cuajo, sin haber hecho nada. Bastante he corrido, chica: A las nueve entraba yo en casa de mamá con el contrato para que lo firmara.

Apartémonos a un lado para tomar la vereda. ¡Ah!, la Trascava. Este césped resbaladizo va bajando hasta perderse en la gruta. El que cae en ella no puede volver a salir. Apartémonos, Nela; no me gusta este sitio. Tonto, de aquí a la entrada de la cueva hay mucho que andar. ¡Y qué bonita está hoy!

¡Tonto, borricote, incapaz de sacramentos! contestaba su dulce consorte desde el gabinete. ¿No ves que estás afeitado ya? ¡Pues es verdad! decía el buen señor palpándose la cara.

Esta obra debiera ir a un Museo». Y para , mascando más fuerte y metiendo más la mano en el bolsillo: «Vaya una mamarrachada... Es como salida de esa cabeza de corcho. Sólo , grandísimo tonto, haces tales esperpentos, y sólo a mi mujer le gustan... Sois el uno para el otro». Retirose aquel día del trabajo D. Francisco más fatigado que nunca.

¿Usted conoció... trató al difunto.... Don Diego? , señor; como que era mi suegro... quiero decir, mi principal. ¿Si estará loco, o será tonto este señorito? pensó el clérigo. De repente se le ocurrió una idea feliz. Oiga usted exclamó . Ahora se me ocurre explicárselo a usted todo mediante un símil... y de este modo... ¿eh?, se lo digo... y no se lo digo, ¿me entiende usted?

Apenas hay tonto, el cual, si hubiera vivido dos o tres siglos ha, no hubiera gozado más que en comer, que no goce ahora, o por lo menos que no diga que goza, oyendo la música más sabia y alambicada.