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Lo que yo tomé por enfermedades, eran las molestias del estado... ; ahora lo comprendo muy bien; ¡pero qué tonta soy! ¿Cómo no lo conocí antes? Parece que una cosa tan grande, debía adivinarla sin que nadie me lo advirtiese. ¡Un hijo! ¡Pero qué gusto, Padre Urtazu!

¡Qué tonta! exclamó Joaquinita, pareciendo que se ruborizaba. Vaya, dígame con franqueza, ¿qué le parece a usted de la soirée de Cachupín? me preguntó, cambiando con afectada volubilidad de conversación. ¿Qué soirée? Esta en que usted se encuentra. ¿Ha estado usted en su vida en otra más cachupinesca? ¡Oh! exclamé apresuradamente. ¡Nada de eso! Es una tertulia muy agradable y distinguida.

No han sido las alabanzas que Vd. me ha hecho de D. Luis sino mis ojos y mi poco recato los que me han perdido. Aunque Vd. no me hubiera hablado jamás de las prendas de D. Luis, de su saber, de su talento y de su entusiasta corazón, yo lo hubiera descubierto todo oyéndole hablar, pues al cabo no soy tan tonta ni tan rústica.

Eres joven, linda, rica. ¿Vas a vivir sola toda la vida? ¿No es justo, no es lógico que formes una familia? Ya sabes que yo soy buena amiga, discreta, que si te puedo ayudar en algo... ¡Ay, Marianela, demonio malo, que me estas sonsacando lo que no quiero decir...! ¡No me tires de la lengua, no me tires, no me tires...! Vamos... no seas tonta.

-Que me place -respondió el barbero. Y, sin querer cansarse más en leer libros de caballerías, mandó al ama que tomase todos los grandes y diese con ellos en el corral. No se dijo a tonta ni a sorda, sino a quien tenía más gana de quemallos que de echar una tela, por grande y delgada que fuera; y, asiendo casi ocho de una vez, los arrojó por la ventana.

Al fin llegó la niña al palacio y supo que dentro de cuatro días se casaría el príncipe con la hija de la bruja. Ella se sentó en el jardín, y trató de hacerse pasar por una tonta. Con este motivo se lavaba la cara con barro y hacía otras muchas tonterías. Sacó la gallina de oro y le dió el trigo. 160 Los sirvientes del palacio refirieron esto a su señorita que vino a verlo.

Alguien ha dicho que amores desgraciados la empujaron a la devoción primero, a la caridad propagandista y militante después. Mas Zalamero asegura que esta opinión es tan tonta como falsa. Guillermina, que fue bonita y aun un poquillo presumida, no tuvo nunca amores, y si los tuvo no se sabe absolutamente nada de ellos. Es un secreto guardado con sepulcral reserva en su corazón.

Que él no quiere entrar aquí por , sino por usted. ¿Por ? No seas tonta replicó Clara, riendo con la mayor naturalidad. ¿Le dejo entrar? No, cuidado. Por Dios, no hagas tal. No vuelvas á hablarle más. ¿A qué tiene que venir aquí ese caballero?

Mira, tonta, añadió el otro, que si no haces caso nos vas á dar un disgusto. Baja en un vuelo, y deja eso, que es de la tierra y en la tierra debe quedar. En un momento vas y vuelves, tonta. Yo te espero en esta nubeAl fin Celinina cedió, y bajando, entregó á la tierra su hurto.