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Lucían en tu espalda por entero tus cabellos, de un negro tenebroso, que tenían el brillo esplendoroso y cortantes de láminas de acero. En el salón, hundido en las tinieblas, había tonalidades misteriosas, cual de aguas tranquilas y azulosas cubiertas por las brumas y las nieblas. Tu hermosa cabellera me atraía con la fascinación negra y sombría de los ignotos bosques seculares,

Por sus pliegues y repliegues de espuma, por su diversidad de colores, sus manchas y tonalidades, la superficie del charco se parece al mármol pulido, el que, por otra parte, no cabe duda que debe sus colores y dibujos elegantes, lo mismo que otras rocas admirablemente maqueadas, á los caprichos de la espuma, á los lentos movimientos de las aguas depositando sus aluviones.

Todas las tonalidades del ámbar, desde el gris suave al amarillo pálido, brillaban en aquellos líquidos densos a la vista como el aceite, pero de una transparencia nítida. Un lejano perfume exótico, que hacía pensar en flores fantásticas de un mundo sobrenatural donde fuese eterna la existencia, emanaba de estos líquidos extraídos del misterio de los toneles.

Los pueblos y caseríos, compactos y apiñados hasta el punto de parecer de lejos una sola población, matizaban de blanco y amarillo aquel gigantesco tablero de damas, cuyos cuadros geométricos, siendo todos verdes, destacábanse unos de otros por sus diversas tonalidades; a lo lejos, el mar, como una cenefa azul, corríase por todo el horizonte con su lomo erizado de velas puntiagudas como blancas aletas; y volviendo la vista más a la izquierda, los pueblos cercanos: Godella con su obscuro pinar, que avanza como promontorio sombrío en el oleaje verde de la huerta; y por encima de esta barrera, en último término, la sierra de Espadan, irregular, gigantesca, dentellada, mostrando a las horas de sol un suave color de caramelo, surcada por las sombras de hondanadas y barrancos, decreciendo rápidamente antes de llegar al mar, y ostentando en la última de sus protuberancias, en el postrer escalón, el castillo de Sagunto, con sus bastiones irregulares, semejantes a las ondulaciones de una culebra inmóvil y dormida bajo el sol.

; allí unas tonalidades de color enérgicas y rabiosas sofocaban a otras apagadas y tristes, como el canto de las sirenas, imperioso, enervante, desordenado, intenta sofocar el himno místico de los peregrinos.