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Además, hijo de una gran familia; señorones adinerados que nunca le dejaban ir por Toledo con el bolsillo vacío. Y ella, la pobre Sagrario, bobita de amor, chalada por su cadete, orgullosa cuando paseaba los domingos por Zocodover o el Miradero entre su madre y aquel novio tan apuesto que le envidiaban las señoritas de la ciudad. La hermosura de tu sobrina hacía hablar a todo Toledo.

Las escenas siguientes nos transportan á Toledo, en donde se celebra una fiesta en loor de un santo. Encuéntrase en ella Peribáñez con su esposa y otros muchos labradores.

Con pocos de éstos pudiera Conducir una galera Á la China, desde aquí, Don Fadrique de Toledo. Pido mano, doy turrón. 1650 DO

Además, aún vivía el Greco en Toledo , y en la sacra estupenda mole de El Escorial, según el pomposo lenguaje de la época, había cuadros de Tintoretto y del Ticiano; estímulos sobrados, y superiores al afán de medro, para que el artista quisiera emprender el viaje. «Deseoso, pues, de ver El Escorial declara Pacheco partió de Sevilla a Madrid, por el mes de Abril del año de 1622.

¡Eran tan pobres! siguió diciendo Toledo . Tenían que mantener el boato de una corte, pues en los Estados pequeños, donde se vive como en familia, resulta preciso exagerar la etiqueta para que el príncipe sea respetado.

Felipe II encomendó la obra á los famosos arquitectos Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo, y, á fuer de rey piadoso, quiso que no solo se construyese un palacio admirable, sino tambien un esplendido convento y una iglesia maravillosa. Para hacer mas vivo el recuerdo de San Lorenzo se dió á esos monumentos la forma general de una parrilla, símbolo del suplicio del Santo.

El maestro afirmaba, que el mismo general lo había nombrado alférez en los últimos meses de la guerra, por ser más instruído que sus desarrapados camaradas. Así entró Marcos Toledo en el palacio de los Lubimoff. El grave marido de la princesa rió con una alegría juvenil al conocer sus andanzas de emigrado en París.

Tenía yo resuelto de antemano que mi última visita sería para la Catedral, donde ya había estado lo menos ocho veces en el espacio de dos días..... Deseaba despedirme allí solemnemente de TOLEDO.

Estaba esperando un envió del apoderado. Dámelos ordenó Lubimoff. Y á continuación, como si recordase algo repentinamente, habló con indiferencia de la deuda contraída en la tarde anterior. Toledo quedó absorto al saber que debía entenderse con el viejo usurero para la devolución de los veinte mil francos y el pago de unos intereses inauditos que podían doblarse en pocos días.

Los rabinos ilustres, los filósofos y los doctores musulmanes, arrojados de Andalucía por el fanatismo de los almohades, tuvieron franca acogida y lograron protección generosa en las cortes de los reyes de Aragón y Castilla. Así, las célebres escuelas de Lucena y de Córdoba vinieron á trasladarse á Barcelona y á Toledo.