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Y díganselo así al buen amigo mío que les recomienda. Los dos, ebrios de esperanza, saludaron, tocando el suelo con el sombrero y el sombrero con la frente. Abajo, nuevo asalto; tres de golpe. Pero Esteven pasó el obstáculo con maña y se refugió en su coche.

Muchas gracias. Y se volvió tranquilamente para seguir tocando. Yo me alejé riendo de aquella singular escena. En otra, un padre o preceptor estaba enseñando el abecedario a un chicuelo de doce a catorce años; en otra se merendaba; en otra se tocaba la guitarra, digo, en otras, porque fueron bastantes las en que los acordes suaves del instrumento nacional.

Deseoso el amir El Mamun de escarmentar á los rebeldes almohades, solicitó del rey de Castilla tropas que pasasen con él á Mauritania, y el rey cristiano le respondió: «No te daré ejército si no me das diez plazas fronterizas que yo señale, y si Dios te concede entrar en Marruecos, habrás de construir para los cristianos que te acompañen una iglesia en el centro de la ciudad, en que puedan ellos celebrar públicamente su culto tocando las campanas todo el tiempo que duren las ceremonias.

Pero sus nieblas frecuentes la hacen desapacible ó triste muchas veces, cubriendo con su velo todas las bellezas del panoramai. Había atravesado por tercera vez los Pirineos vascongados, tocando en ocho pueblecitos que cuentan un total de poco mas de 4,000 vecinos.

Si tamañas desventuras se tomasen por lo serio, sería cosa de deshacerse en un mar de lágrimas, de morirse de pena y de terror entre convulsiones horribles, y de aborrecer toda vida, y más que ninguna la sardanapalesca, á que se entregaron estos vates ilustres, y cuyos funestos resultados estamos tocando.

La música militar, que seguía tocando en el patio, quedó ensordecida por el redoble de una gran banda de tambores que se aproximaba viniendo del interior del palacio. Los altos y poderosos señores del Consejo Ejecutivo sólo podían presentarse en las ceremonias oficiales rodeados de gran pompa. Entraron en el patio los tambores, que eran unos treinta, y detrás de ellos igual número de trompeteros.

Ni Visitación ni Paco se atrevían ya nunca a decir nada a don Álvaro alusivo a sus pretensiones amorosas: le dejaban hacer; conocían en la cara de gloria del Tenorio que esperaba el triunfo, que tal vez lo estaba tocando, y comprendían que el pudor, la vergüenza, mejor dicho, exigía un silencio absoluto respecto del caso.

«¿En dónde está el Pitusopreguntó Jacinta a mitad del camino. Izquierdo miró al patio donde jugaban varios chicos, y no viéndole por ninguna parte, soltó un gruñido. Cerca del 17, en uno de los ángulos del corredor había un grupo de cinco o seis personas entre grandes y chicos, en el centro del cual estaba un niño como de diez años, ciego, sentado en una banqueta y tocando la guitarra.

El corazón no puede engañarme, el corazón me dice que cuando yo me presente a ella, cuando me vea... No, no quiero pleitos; quiero entrar en mi nueva, en mi verdadera familia con paz, no con guerra, recibiendo un beso de mi abuela y sintiendo que la cara se me moja con sus lágrimas. ¡Es tan buena mi abuelita!... Y aquel Alonso cojo, ¡qué fiel y honrado parece!... Siempre, siempre seguirá en la casa, con su pata de palo, que va tocando marcha por las escaleras... Mis papeles están en regla.

Aquel hombre, retorciéndose de placer, insensible al cansancio, me pareció loco. «Es simplemente un empleado de la compañía, a sueldo como cualquiera de nosotros; me dijo el joven oficial hace cuatro horas que está tocando y tocará hasta el alba con brevísimos momentos de reposo. Una vez quisimos suprimirlo; pero cuando llegó el día, no se había hecho la mitad de la faena de costumbre.