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El barón no es tan expedito: toma su copa, la sube a la altura de los ojos y hace frente ella una serie de muecas a cual más horrorosa; después la toca con el borde de los labios, vuelve a las muecas, vuelve a tocarla; por fin, después de largos ensayos y vacilaciones, se decide a apurarla.

Pregunta á que es difícil contestar, y sobre la cual solo caben reflexiones muy vagas. El primer obstáculo que se encuentra es que el hombre se conoce poco á mismo; y entónces, ¿cómo sabrá lo que puede y lo que no puede? Se dirá que con la experiencia; es cierto; pero el mal está en que esa experiencia es larga, y que á veces da su fruto cuando la vida toca á su término.

¡El que toque al perro, toca á su dueño! respondió el hombre con una expresión tan amenazadora, que Bobart se estuvo quieto. Al hablar así se había levantado y Herminia no encontró ni un solo rasgo de su marido bajo los cabellos grises y enmarañados y la ruda barba de aquél hombre. Y, sin embargo, era él. ¡Esto es una infamia! exclamó la señorita Guichard; ¡mi perro muerto! Era verdad.

Por lo que toca a misia Melchora, me conmueve su generosidad. «Los Chajales» constituyen un verdadero reino; pero yo sería allí una reina intrusa, puesto que no puedo dar, en cambio, mi corazón, que ya no me pertenece. No merece tampoco misia Melchora ser engañada. Yo no puedo entrar en aquella casa, llena de tradición caballeresca, de noble altivez, de epopeya histórica.

No pretendo aventajaros como tirador, repuso Yonson, pues conozco vuestra fama; pero quería demostrar que con el arco es posible hacer lo que no hubierais podido realizar con vuestra ballesta en igual tiempo, dado el que necesitáis para armarla y disparar por segunda vez. Cierto es ello, pero ahora me toca á enseñaros una ventaja de la ballesta sobre el arco.

El cuidado de las iglesias, sacristías, ornamentos, vasos sagrados, alhajas de plata y oro y demás correspondiente al culto divino, está a cargo de los curas de los pueblos, aunque el gobierno secular está al reparo de que éstos no extraigan ni menoscaben lo que está a su cuidado, así por lo que toca este cuidado al real patronato, como porque los pueblos se interesen en su conservación y buen estado, pues tiene que costear todo lo que se vaya inutilizando o haga falta.

Será bien, pues, que cada qual exercite el juicio, y que se haga á distinguir lo que toca á la fantasía, y lo que pertenece á la razon; y para fortalecer el juicio será conveniente pensar, que nada ha de gobernarle sino lo bueno, lo verdadero, y lo util, y que moderando las pasiones, y refrenando el vigor de la fantasía, tiene lugar el juicio para exâminar mejor las cosas.

¡Ah! exclamó cambiando enteramente de expresión la abadesa : ¿y para qué me buscáis, caballero? Primero he buscado á vuestra noble prima. ¿Y para qué? Para asuntos que me tocan al alma... porque á me toca al alma todo lo que directa ó indirectamente atañe al servicio de su majestad. ¡Ah!

Pues si soy una columna, ¿por qué no me echan encima el peso que me toca? Soy columna o palillo de dientes, señor Cardenal, ¿en qué quedamos?». El Magistral, que estaba solo y seguro de ello, dio un puñetazo sobre la mesa. Voy, señorito gritó una voz dulce y fresca desde una habitación contigua. El Magistral no oyó siquiera.

El día señalado estaba ya muy próximo, y si el pensamiento de la reclusa no se había familiarizado aún de una manera terminante con la nueva vida que la esperaba, no tenía duda de que le convenía casarse, comprendiendo que no debemos aspirar a lo mejor, sino aceptar el bien posible que en los sabios lotes de la Providencia nos toca.