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Manuel tomó el vaso de vino, y dijo: Ven acá, quita pesares, alivio de mi congoja; criado entre verde hoja, y pisado en los lagares; te pido de que me aclares esta garganta y galillo para brindar a los novios empinando este vasillo. Ahora te toca a ti, Ramón del diablo, ¿te ha embotado el licor la garganta?; estás más soso que una ensalada de tomates.

Y, en lo que toca a la carta de amores, pondrás por firma: "Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura". Y hará poco al caso que vaya de mano ajena, porque, a lo que yo me acordar, Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin estenderse a más que a un honesto mirar.

Era blanca y sonrosada, sin la rudeza cobriza y dura de las hembras del campo. Tenía en sus facciones una delicadeza de monja aristocrática y bien cuidada, una pálida suavidad, animada por el reflejo luminoso de la dentadura y el tímido brillo de sus ojos bajo el pañuelo semejante a una toca monástica.

Aprendía rápidamente sus lecciones; acompañaba al piano el violoncello del papá, y así se pasaban los días toca que toca, revolviendo todo el inmenso montón de solfas que guardaban en el granero, junto con los libros malditos. Además, la pequeña mostraba cada día una voz más hermosa y sonora. «Será una artista, una gran artista», decía el padre entusiasmado.

Aunque el gobierno sabe estos desórdenes y le toca remediarlos, por más empeño que ponga no es posible conseguirlo; porque, si se reprende al corregidor y cabildo por alguno de estos hechos, y se le quieren limitar sus facultades, éstos, por no verse segunda vez reprendidos, toleran las faltas que se cometen, no prestan aquella actividad que se requiere para hacer trabajar a gente forzada.

Como quiera que fuese, este escrito de Luciano está lleno de burlas, y blasfemias contra el nombre Christiano, digno por eso de igualarse con FILOSTRATO, CELSO, JULIANO, y otros impugnadores de la Religion Christiana. Si en los puntos históricos, tantos como toca Feyjoó en sus escritos, hubiera consultado los originales, hubiera evitado muchas equivocaciones, que descubren los inteligentes.

Usted manda en esta casa... es usted el ama, y me manda a , y si me pide una cataplasma hecha con picadillo de mi corazón, al momento se la hago. ¿Ya está usted con sus guasas? Y ahora me toca a pedirle un favor... Usted dirá. Esta noche traigo los dulces de la boda.

¿Sabe usted si es aquí cerca? preguntó Clara. ¿No hay otra taberna en esta calle? No, que yo sepa. Clara volvió á creer que no había Dios. ¿Qué estás diciendo ahí, enreaora? exclamó el hombre. Siempre te has de meter en lo que no te toca. , señora. Hay otra tienda de vinos de un tal Pascual ... , señora: ahí en el número 14.

Yo obedezco la ley que es tal ley, la que han hecho los que pueden hacerla, elegidos por y mis hermanos, elegidos por todos. A ti no te toca examinar la ley, sino obedecerla. ¿Y si me mandan una infamia? No te la mandarán. ¿Y si me la mandan? Te digo que no te la mandarán.

Por algo así desea que tu hermano se las líe cuanto antes. Triste sería eso, abuelito, si usted no se equivocara. Pues te aseguro que no me equivoco. Sin embargo, papá no está en el mismo caso que mamá, por lo que a toca, y tampoco quiere a mi hermano como le quería. Tu papá es un majadero a quien nunca le cupieron en la cabeza dos ideas juntas.