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Después de visitar varias casas, saliendo de ellas con el corazón desgarrado, hallábase otra vez en el corredor, ya muy intranquila por la tardanza de su amiga, cuando sintió que le tiraban suavemente de la cachemira. Volviose y vio una niña como de cinco o seis años, lindísima, muy limpia, con una hoja de bónibus en el pelo.

Dámelo, aunque tus labios tengan veneno. Mira que muero de ganas de pasar esas fatigas y de que me hagas desgraciado. ¡Suelta, traidor, suelta! La gente reía. Las gitanas tiraban de su compañera mientras los hombres, que se habían parado, animaban al guapo gritándole: ¡Anda! ¡Oblígala!... ¡Que pague la guasita!

Mas, al dar la vuelta para dirigirnos a la salida, sentí que me tiraban de la americana. Bajé los ojos, y vi a Paca sentada al borde del mismo pasillo. ¡Ya apareció! dije al inspector y a la maestra. Ya aparesió aquello repitió, en son de burla, una cigarrera, que había oído mi exclamación. Paca se había levantado. Me apresuré a decirle: ¿Sabe usted lo que pasa?

Algunas hembras tiraban del marido, cabizbajo y con las piernas dobladas después de tres horas de procesión. ¡A casa!... Pero el vacilante «macareno» resistíase con voz que olía a vino. Ejame, mujé. Antes quieo echale una coplita a la Morena.

De esta suerte con lágrimas en los ojos, tiraban de la conformidad prevenida, lo que comprueba no haber herido á ninguno de los criollos con mas 200 tiros que dispararon, y aunque despues se quizo asegurar lo contrario, fué una invencion de los autores del motin.

Iba a decir te, pero fue tal la batería y lluvia que cayó sobre , que no pude acabar la razón. Yo estaba cubierto el rostro con la capa, y tan blanco, que todos tiraban a , y era de ver cómo tomaban la puntería. Estaba ya nevado de pies a cabeza, pero un bellaco, viéndome cubierto y que no tenía en la cara cosa, arrancó hacia diciendo con gran cólera: ¡Baste, no le déis con el palo!

Estos místicos a la española, de un misticismo orgulloso y dominador, en vez de elevar los ojos al cielo para dejarse absorber por su grandeza, tiraban del cielo y lo hacían bajar hasta ellos, viendo en cada acto de su energía individual una chispa de la voluntad de Dios encarnada en sus personas.

A Plácido le pareció que le tiraban de las orejas; tenía presente en la memoria la historia de un cabeza de barangay de su pueblo, que por haber firmado un documento que no conocía, estuvo preso meses y meses y por poco fué deportado. Un tío suyo, para grabarle la leccion en la memoria, le había dado un fuerte tiron de orejas.

Que no tienen por gusto el ahogarse, Discreta gente al parecer en esto, Pero valioles poco el esforzarse. Que el padre de las aguas echó el resto De su rigor, mostrandose en su carro Con rostro airado y ademan funesto. Quatro delfines, cada qual bizarro, Con cuerdas hechas de tegidas obas Le tiraban con furia y con desgarro.

Los informes de Pepe procedían generalmente de las imprentas donde se tiraban extraordinarios y hojas volantes de periódicos, que mentían con frecuencia: las nuevas de Tirso tenían origen desconocido; pero, a veces, se anticipaban a las oficiales, eran más exactas o llegaban a confirmarse, acusando todo que el manantial en que las bebía era bueno; con lo cual Pepe fue convenciéndose de que su hermano frecuentaba gentes directamente interesadas en los acontecimientos, y corroborándose en la idea de que el viaje de Tirso fue el desempeño de una misión más o menos importante, pero indudable.