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Coheche vuesa merced, señor Tiniente; coheche, y tendrá dineros, y no haga usos nuevos; que morirá de hambre. Así lo dicen y lo hacen los desalmados replicó el Teniente ; pero el juez que da buena residencia no tendrá que pagar condenación alguna, y el haber usado bien su oficio será el valedor para que le den otro.

Llegóse el Tiniente, que era curioso, y escuchó un rato, y por no ir contra su gravedad, no escuchó el romance hasta la fin; y habiéndole parecido por todo extremo bien la Gitanilla, mando a un paje suyo dijese a la gitana vieja que al anochecer fuese a su casa con las gitanillas; que quería que las oyese dona Clara su mujer. Hizolo así el paje, y la vieja dijo que iria.

Y entonces, que quieras que no, me ensalzaron a tiniente de navío, y estaba mismamente a las órdenes del general Contreras, que me trataba de . ¡Ay qué hombre y qué buen avío el suyo! Parecía verídicamente el gran turco con su gorro colorao. Aquello era una gloria. ¡Alicante, Águilas! Pelotazo va, pelotazo viene.

Ea, niña dijo la gitana vieja , no hables más; que has hablado mucho, y sabes más de lo que yo te he enseñado; no te asotiles tanto, que te despuntarás; habla de aquello que tus años permiten, y no te metas en altanerías; que no hay ninguna que no amenace caída. ¡El diablo tienen estas gitanas en el cuerpo! dijo a esta sazón el Tiniente.

Habla vuesa merced muy a lo santo, señor Teniente respondió Preciosa ; ándese a eso y cortarémosle de los harapos para reliquias. Mucho sabes, Preciosa dijo el Tiniente . Calla, que yo daré traza que sus Majestades te vean, porque eres pieza de reyes. Querránme para truhana respondió Preciosa , y yo no lo sabré ser, y todo irá perdido.

En esto, vino el señor Tiniente, a quien contaron maravillas de la Gitanilla; él las hizo bailar un poco, y confirmó por verdaderas y bien dadas las alabanzas que a Preciosa habían dado; y poniendo la mano en la faldriquera, hizo señal de querer darle algo; y habiéndola espulgado, y sacudido, y rascado muchas veces, al cabo sacó la mano vacía, y dijo: ¡Por Dios que no tengo blanca!

Y ¿eso más? dijo doña Clara . Por vida del Tiniente, mi señor, que me la has de decir, niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbuncos, y niña del cielo, que es lo más que puedo decir. Dénle, dénle la palma de la mano a la niña, y con que haga la cruz dijo la vieja , y verán qué de cosas les dice; que sabe más que un doctor de melecina.