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Vos, antes de que muriese Felipe II, mucho tiempo antes, érais el favorito, los andadores del príncipe de Asturias; cuando Felipe II murió, vos fuísteis lo que sois ahora, secretario de Estado universal de Felipe III. Vuestra privanza con el rey cuando era príncipe, os costó poco; era, como lo es, vanidoso y grave, y vos adulásteis su vanidad y su tiesura; era, como lo es, devoto, y vos supísteis haceros más devoto que él.

Venid, venid acá, sobrino dijo ya con menos tiesura, llevándole á un aposentillo situado cerca de la repostería, en el que se encerraron. He servido ya la segunda vianda, y hasta que sea necesario servir la tercera pasará un buen espacio.

Se cruzó con el hombre «fúnebre y misterioso», su vecino de camarote, vestido de luto como siempre y con el rostro cuidadosamente afeitado. Apenas dobló su digna tiesura con una ligera inclinación de cabeza. Luego envolvió a Maltrana en una ojeada fugaz de sus pupilas azules y duras, y siguió adelante, contestando con voz seca: «Bonjour, monsieur».

Digo, que acabo de llegar dijo Juan Montiño con cierta tiesura, excitado por el carácter repulsivo de su tío. ¿Pero de dónde acabáis de llegar?... De Navalcarnero. ¡Ah! ¿y quién os envía? Pudiera suceder muy bien que hubiera venido sólo por conocer al hermano menor de mi difunto padre; pero no he venido por eso; vengo porque me envía mi tío Pedro Martínez Montiño, el arcipreste.

Lerma se volvió, adelantó rápidamente, dobló una rodilla ante el hombre que le había hablado, y le besó una mano. Aquel hombre era su majestad católica, don Felipe III de Austria. Había cierta quijotesca tiesura en el semblante del rey. ¿A dónde íbais, pues, duque? repuso Felipe III. Iba... como vuestra majestad estaba tan ocupado... Y tardaba, ¿eh? ¡Señor!

Necesitaba dar órdenes, pelear con alguien. Pero la flojedad de sus piernas le empujó hacia el hotel, y se dejó caer de bruces en la cama, mientras rodaba por tierra su sombrero, contento de la grave tiesura con que había llegado hasta su cuarto sin llamar la atención de la servidumbre.

Insisto en mi opinión de que se llame de los Patriotas isabelinos dijo el ayacucho, demostrando en su acento y en la tiesura de su mano enérgica la importancia que daba al bautismo de la sociedad proyectada. El nombre debe ser breve y sencillo. Ya tenemos el masonismo en planta indicó Salvador , con sus irrisorios misterios, sus fórmulas y necedades. No, no, hijo, aquí no hay misterios.

Es simplemente el mayordomo que tenía la difunta en su hotel de la Avenida del Bosque... Un majestuoso doméstico, que sabe guardar las distancias lo mismo que un diplomático, y por eso se mantenía aparte, con un digno espíritu de clase. ¡Y yo que tomaba esta tiesura por orgullo! El recuerdo de sus pasadas curiosidades surgió en Maltrana como un remordimiento.

¡Mi majestad!... ¡Pero si estamos solos, Margarita, si estamos solos! ¡Siéntate aquí al lado mío! Vengo á que hagamos las paces. La reina se sentó al lado del rey, pero con tiesura, con el semblante nublado y sin mirar á Felipe III. ¡Lo que yo digo! ¡eso, eso es! exclamó con impaciencia el rey ; ¡yo soy lo último de todo! ¡Señor! dijo la reina con dignidad.

Sus relaciones con la gente de sotana, interrumpidas, pero no rotas, le presentaron ocasión de ingresar en el seminario en calidad de fámulo, ocultando, por supuesto, gran parte de sus antecedentes; y como tenía temporadas, si no de arrepentimiento pues él no creía que había de qué de cansancio, de cierto como relativo misticismo que le pedía a él la soledad de la vida recogida y largas horas de tiesura hierática, con un cirio en la mano, o en las oscuridades del coro, y ausencia de malas compañías, y pan seguro ganado sin industrias prohibidas; por todo ello se acogió a la soledad del claustro, y fue el más airoso, servicial y despabilado fámulo de colegio sacerdotal, donde no sabía él que había de llegar a ser colaborador de verdaderos horrores.