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Amparito se puso colorada y le dirigió una tierna mirada de reconvención, volviendo después la vista a su padre, que por fortuna se hallaba de espalda paseando con don Mariano. Llegó la vez a Isidorito, teniendo la mala suerte de ponerse en berlina: ¡y allí fue ella para la señorita de Mory!

Este espíritu observador en tan tierna edad ¿no anunciaba ya al ilustre físico del experimento de Puy-de-Dôme confirmando las ideas de Torricelli y Galileo?

Tenía la devoción de la Virgen profundamente arraigada en el corazón desde la infancia: como apenas había conocido a su madre, buscó por instinto en la de Dios la protección tierna y amorosa que sólo la mujer puede dispensar al niño; había compuesto en honor suyo algunos himnos y plegarias, y no se dormía jamás sin besar devotamente el escapulario del Carmen que llevaba al cuello.

Dirigió la mente a ciertas ideas confusas de su tierna niñez; pero aquellas ideas estaban tan borradas, tan lejanas, que poco o ningún alivio encontró en ellas. De Dios no quedaba en él más que un nombre. Era como un rótulo escrito sobre un arca vacía, de la cual, pieza por pieza, han ido sacando los ricos tesoros.

Su primer cuidado fué atender á la tierna criaturita, cuyos gritos, mientras se retorcía en su cama, hacían de absoluta necesidad posponer todo otro asunto á la tarea de calmar sus dolores. La examinó cuidadosamente y procedió luego á abrir una bolsa de cuero, que llevaba bajo su traje, y parecía contener medicinas, una de las cuales mezcló con un poco de agua en una taza.

No tenía remedio y sufriría inútilmente toda su vida. Pero los padres no parecían pensar que esa muerte fuera una felicidad y una liberación. La señora gritaba desconsolada... El señor estaba fuera de ... Llegaba a dudar de la muerte de esa frágil y tierna criatura. Conservando algo como la sombra de una esperanza, explicó al médico dónde y cómo la encontraran.

Si usted conociese la miseria de otros, comprendería á qué inmensa altura se halla sobre los demás. La devota bajó los ojos, y con gran melancolía y tierna voz dijo: ¿Y qué miseria hay mayor que la mía? Es usted demasiado buena. Todo el mundo sabe muy bien que usted es una santa, una verdadera santa. ¿Quiere usted que le haga una confesión? dijo Paula, mirándole como se mira á un confesor.

Y, puesto que es de los encantadores, de los magos o mágicos contino dura la condición, áspera y fuerte, la mía es tierna, blanda y amorosa, y amiga de hacer bien a todas gentes. En las cavernas lóbregas de Dite, donde estaba mi alma entretenida en formar ciertos rombos y caráteres, llegó la voz doliente de la bella y sin par Dulcinea del Toboso.

A un lado y otro volvía los ojos con tierna inquietud, hasta que, dejando ir su diestra y linda mano debajo del pecho, y con la siniestra manteniendo la hermosura de su mejilla, fija la vista en la luna, que ya parecía entre los cielos, estuvo extática un breve instante, hasta que, dando un blando aliento, y casi sin abrir los labios, y como si esta armonía se le deslizara furtivamente por ellos, cantó esta cantinela, por aquel tono triste y penetrante de los cantares moriscos: CANTINELA

Yo le solté doscientos francos por ocupar su puesto... Representé mi papel a la perfección... ¡Y Chadd se dejó coger en la trampa...! ¡Qué hora pasé, amigo mío...! Ella no la tuvo igual para nadie. ¡Y pensar que yo le había hecho ofrecer, por mediación de la tía Cognal, cincuenta luises...! ¡Y que Chadd los había rechazado...! Ahora me falta todavía dar a Chadd, ¡tan tierna y tan enamorada!, diez y nueve lecciones.