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Por haber amado demasiado, he sufrido tanto ... Yo también había soñado con andar en la vida del brazo de un hombre que fuese todo para ... y mi sueño se ha disipado. Yo hubiera sido, como otra cualquiera, tierna y buena con el que amaba, si hubiera sabido disimular la vivacidad de mi carácter, un poco absoluto acaso.

Asi inauguraba Guevara su entrada en el mando y la del año 1799, en cuyo mes de Abril fué apresado Don José Maria España, á quien su mala estrella trajo desde la Trinidad á la Guaira en busca de su esposa; la tierna solicitud de esta no bastó á tenerle bien oculto ni defendido contra las pesquisas de los agentes del gobierno.

Oír el agua que azota los cristales allá fuera, y estar compadeciéndose de un pobre niño perdido en los hielos... ¡qué delicia para un alma tierna, a su modo, como la de la señora Marquesa!

Distínguese como lírico por la nobleza y elevación de sus sentimientos, por su melancólica y constante tendencia á lo infinito y, como nuestro Selgas, por la delicadeza, siempre moral y tierna, de sus poesías, prenda, en verdad, tan apreciable como rara. Su frescura y lozanía son tan admirables como la flexibilidad de su talento.

Su mirada dulce y altiva a la vez, tierna y no obstante un poco sombría, inspiraba el respeto, la admiración y el amor, y en su rostro flotaba un no qué de celeste y de deslumbrador con una majestad incomparable.

Me parece que en este punto, como en muchos otros, la ciencia no ha notado bastante la admirable profundidad de la Religion cristiana; esta lo ha dicho todo con una palabra tan tierna, como llena de sentido: Amor. Permítaseme llamar muy particularmente la atencion de los lectores sobre la teoría que voy á desenvolver.

Contribuía a conservarle en ella el que de vez en cuando Clementina, por arrancarse quizá momentáneamente a sus afanes y enojos, le escribía una cartita diciéndole: "Hoy a las cuatro", o bien: " por la tarde a la Casa de Campo". Y en estas entrevistas, acometida de súbito capricho, recordando las primeras y gozosas etapas de su amor, se mostraba tierna y cariñosa, le juraba eterna fidelidad. ¡Oh, Dios! ¡qué infinita, qué celestial felicidad experimentaba el joven entomólogo oyendo tales juramentos de aquellos labios adorados!

Doña Luz estaba en su cuarto, acababa de volver de misa, y había rezado con fervor por el alma del P. Enrique, en quien de continuo y tierna y melancólicamente pensaba, cuando entró Juana, la doncella, y dijo: Señora, un forastero quiere hablar con usía. ¿Su nombre? Don Gregorio Salinas. No le conozco. ¿Qué facha tiene? Más bien buena que mala. Viene muy decentemente vestido, aunque de viaje.

Una carta tan tierna, y tan poco esperada, puso á Candido en una imponderable alegría, pero la enfermedad de su amada Cunegunda le traspasaba de dolor.

Viendo que la Pepa no dijera nada, Peñálvez se atrevió a hablarle y le dijo muy quedo, con su voz más tierna e insinuante: Pepa, ¿no me conoces ya?... Pepa seguía silbando como si no le oyese... Pepa, soy Peñálvez, el escribiente de la policía y amigo de don Lucas. ¿No te acuerdas de cuando iba a visitarlo? Pepa continuaba sin responder...