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En efecto, don Mariano era un creyente sincero, que cumplía escrupulosamente con los preceptos morales de la religión, pero que miraba con un poco de tibieza, ya que no con desdén, los referentes al culto.

»¿Qué cuándo volvemos a Vetusta? No lo . Fermín, no lo . »Que yo estoy mucho mejor. Es verdad. Pero quien manda, manda. Benítez es enérgico, habla poco pero bien; ha prometido curarme si se le obedece, abandonarme si se le engaña o se desprecian sus mandatos. Estoy decidida a obedecer. Usted me lo ha dicho siempre: lo primero es que tengamos salud. »¿Que hay tibieza tal vez?

Temíamos, finalmente, que el carácter en gran manera prosaico de las escenas políticas, que son la mayor parte del libro, hubiese influído en detrimento de su valor estético; y esto lo temía yo más que nadie, viendo correr con tibieza y desaliento la pluma del autor por las descripciones de un club o de una redacción de periódico, como si le aquejase la nostalgia de sus montes y de sus marinas.

Los rayos del sol eran tan intensos, que el Almirante, según consignaba en sus cartas, temió que incendiasen navíos y personas. Caían sobre la escuadrilla frecuentes turbonadas, pero estas lluvias de pegajosa tibieza sólo servían para hacer tolerable el calor durante unas horas. Colón las acogió como un socorro providencial, creyendo que sin ellas todos hubiesen perecido.

Huberto puso en ejecución este proyecto en el momento mismo en que el estado del señor Aubry inspiraba más vivas inquietudes; anunció a María Teresa que se ausentaría por algunas semanas. Para la joven fue un alivio la noticia de esta partida; las visitas de Huberto le eran penosas desde que estaba segura de la tibieza de su amor, comparado con el de Juan.

En casi todos ellos cierta tibieza y cansancio interior anuncia su falta de inspiración original; sus bellezas son, en su mayor parte, débiles ecos de las obras anteriores, y sólo suyas las faltas. Muy particularmente perfeccionaron las formas dramáticas, que, como observamos antes, indicaban ya en la edad de oro del teatro español el principio de su decadencia.

Pero advierto a usted que antes de creer en esto hay que aclarar algunos puntos obscuros. Durante el tiempo en que, según usted, estuvo el Príncipe en Zurich por motivos políticos, le escribían de Rusia, de Inglaterra, de todas partes, cartas en que lo llamaban, le reprochaban que descuidara la causa, lo acusaban de tibieza y casi de infamia.

Abrigamos la seguridad que cualquier curioso que preste su atención al mismo asunto, ha de encontrar sin gran esfuerzo muchas más de las que nosotros hemos reunido; pues, seguramente, aquellos ilustres varones, ornamento de esta ciudad y de las patrias letras y de las artes, coleccionaron sobre todo, libros raros, manuscritos, pinturas, esculturas y monedas, siguiendo los ejemplos de los magnates con quienes sostenían estrechísimas relaciones, pues dichos ejemplos producen siempre tan nobles y beneficiosos resultados, estimulando en unos la tibieza ó aumentando en otros el entusiasmo, cuando se vive como se vivía entonces, rodeado de una atmósfera de refinada cultura y de exquisito gusto.

Tendía sus manos al sol, volvía el rostro para sentir el calor en ambos lados, y al fin se despojó del impermeable y lo abandonó en la baranda, prefiriendo a la tibieza de su envoltura los rayos directos del astro. Deje que me caliente un poco. No me mire así.

Al fin descansaré: bien lo necesito... Ya llegan los convidados, mi abuelita me manda que los reciba. Estoy preciosa esta noche... Entran ya. ¡Cuánta sonrisa, cuánto brillante, qué variedad de vestidos, qué bulla magnífica! y... en fin, ¡qué cosa tan buena! Hay una tibieza en el aire que me desvanece; me zumban los oídos, y en los espejos veo un temblor de figuras que me marea.