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Sin hacernos cargo de algunas otras colecciones menos importantes, indicaremos una, sin embargo, no tan vasta como las anteriores, especie de antología dramática, en 10 tomos, impresos en Madrid desde el año de 1653, y que se titula El mejor de los mejores libros que han salido de las comedias nuevas, dado á luz por Thomás de Alfay.

De todas maneras, consta que Amar después de la muerte se escribió antes de 1654, puesto que en los Illustres ennemis, de Thomas Corneille, de este año, hay traducidas algunas escenas de la primera, y las palabras que yo interpreté como un cumplimiento á D. Juan de Austria, el hijo de Felipe IV, debieron aludir al héroe de Lepanto, á quien más inmediatamente se dirigían.

Para continuar aquí el paralelo entre los teatros inglés y español, diremos que aquél sólo conserva su pureza poco tiempo, apenas un cuarto de siglo, solamente en las composiciones de Shakespeare, y algunos de sus coetáneos, como Ford, Webster, Deckar, Middleton, Bowley y Thomas Heywood. Ya en vida de aquel poeta eminente, germina la división en el seno del teatro.

Enrique Thomas iba leyéndolos por las calles, devorado su espíritu por una comezón repentina de saber, y luego los vendía, empleando para ello su pintoresca y abundante verbosidad meridional. Su clientela adoraba en él; era simpático, envolvente, inagotable. Jamás tuvo el editor Lachatre un representante igual.

Rigurosamente encorbatado de blanco, con un frac de Poole y un par de pumps de Thomas, don Benito penetraba una noche en mi cuarto, elegante y joven como un muchacho de veinticinco años.

Llegaba siempre al faubourg Poissonnière en una preciosa berlina tirada por un caballo de ciento cincuenta luises... Y era de ver la cara que ponía Ambrosio Thomas... ¡Decadencia y corrupción! decía levantando los brazos al cielo.

Utopia era un país que imaginó Thomas More, en donde había sufragio universal, tolerancia religiosa, abolición, casi completa, de la pena de muerte, etc. Cuando la novelita se publicó, consideráronse estas cosas como ensueños, imposibles, esto es, utópicos.

Sin duda eran interesantes la Metafísica aristotélica y la Suma de Tomás el divino; pero más bello era «vivir» enamorado de unos labios rojos, dormir al pie de un árbol, saludar desde la cresta de un monte la salida del Sol. Y una madrugada, Enrique Thomas, alucinado por los trinos arpados de las alondras, brincó los altos muros que circuían la huerta del seminario y huyó de Burdeos.

Los hombres son tales, que aun la doctrina mas sólida no la reciben si no les da gusto, y por eso conviene de tiempo en tiempo vestirla con los adornos del siglo, pues que de ellos solos gustan los que no aman la verdad por ella misma, sino por los atractivos con que anda vestida. El exemplo de SANTO THOMAS, que lo hizo así, puede ser norma á todo Teólogo.

Muertos los Bardos, la conquista se consolidó. Esta es la catástrofe que Thomas Grey ha cantado en versos inmortales.