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Oponerse a ellos equivalía a malograr obra hecha. Y los discípulos de Galeno eran los que más contribuían a vigorizar esa opinión, si hemos de dar crédito a muchas tesis o disertaciones médicas, que impresas en Lima, en diversos años, se encuentran reunidas en el tomo XXIX de Papeles varios de la Biblioteca Nacional.

Mi amigo quería sacarla de los sucesos de la vida de cierta dama que ambos hemos conocido y tratado con alguna intimidad, y quería probar su tesis y la verdad trascendente del refrán que dice: genio y figura, hasta la sepultura.

Aquí, en Andalucía, casi, casi nos podemos creer dentro de ella. Todo lo componen con aceite las cocineras dije sonriendo. No le pareció bien la bromita. Permaneció grave y severo, y prosiguió desenvolviendo su tesis. No es que supusiera que yo había sido un malversador... pero se autorizaba el dudar que hubiese aprovechado todo el tiempo en cosas útiles. ¡Oh, en cuanto a eso!...

Los médicos de Madrid pedían a Felipe IV que se dejara la basura en las calles, «porque siendo muy sutil el aire de la ciudad, ocasionaría grandes estragos si no se impregnaba del vaho de las inmundicias». Y un siglo después, un teólogo famoso de Sevilla retaba en un acto público a que discutiesen con él esta tesis: «Más queremos errar con San Clemente, San Basilio y San Agustín, que acertar con Descartes y Newton

La rica colección de documentos, que posee el Archiduque, es un arsenal que suministra armas para defender cualquiera tesis. Lo que desde luego puede afirmarse es que, en aquellos siglos, ninguna horda, tribu ó nación hacía ni hubiera hecho conquista tan benigna como las de los árabes.

Reveil lo ha demostrado, que á pesar de la disminucion de los glóbulos de la sangre, esta contiene las mismas proporciones de hierro; justa y racional es la tésis que sostenemos, á saber: que la accion dinámica del medicamento produce los efectos que se atribuyen falsamente á su accion química, no solo en las circunstancias ordinarias, sino aun en aquellas para las que se han dado las esplicaciones que combatimos, y en otras de este género.

Cánovas tiene para un rato. Es hombre que entiende la aguja de marear». Y como se suscitara un debate político de los más graves, Rubín se puso de parte de los que defendían la tesis más razonable, conciliadora y templada. «Pero ustedes, ¿qué creen, que una sociedad puede vivir siempre soñando con trastornos?

He aquí el lado flaco, exclamó el magistrado. Así sucede siempre. En todos estos asuntos de reivindicación de inocencia hay siempre un punto en que todo se viene abajo y en que se manifiesta la inverosimilitud de la tesis. Véase el asunto Lesurques. ¡Cuántos esfuerzos por obtener su rehabilitación! Todavía hay gentes que creen en la duplicidad de la persona de Lesurques.

Y para replicó el médico, no hay mejor argumento en apoyo de mi tesis que esa misma indignación. Era para descargar su propia conciencia del peso que la aplastaba, por lo que arrojaba a tu madre todas las piedras que le caían bajo la mano. Lo que la empujaba era el miedo de su propia culpabilidad. ¿Y esa noble resolución de renunciamiento que había tomado pocos días antes?

De aquí, sin duda, que el ingenioso y agudo Clarín, lisonjeándome mucho con sus generosas alabanzas, haya impugnado, no mi tesis, sino los argumentos que previamente presenté yo en contra de ella, á fin de saltar luego por cima y desbaratarla. Fueron á modo de obstáculos que yo mismo puse para hacer más lucida la carrera y que tuviese saltos y todo. Clarín ha removido ó allanado los obstáculos.