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Desarróllase aquí, con singular magnificencia, la tesis de que en el Antiguo Testamento existe la raíz del Nuevo, siendo una de las bellezas más incomparables de esta comedia que, así su fábula como sus elementos aislados, tienen siempre transcendental significación.

Cuando dijo la última palabra de esta conocida tesis, Nieves estaba ya sentada a la mesa del comedor, en espera del desayuno; la rondeña, en la cocina para que acabara la cocinera de prepararle, y abocando al pasadizo frontero, don Claudio Fuertes y León, asombrándose de que hubieran madrugado tanto los insignes dueños y señores del caserón de Peleches. Entre buenos amigos ¡Señor don Claudio!

No había lucha ni vacilaciones en el novio después de descubrir lo que ignoraba, y entraba con todas, porque su amor le cegaba: ¿era su papel, en este supuesto, más airoso que el de casado en la ignorancia de lo que ahora conocía? ¿Salía buena su mujer, o salía mala? ¿Cuál era lo más natural, lo más humano, lo verdadero, teniendo en cuenta que su obra no había de ser un libro de tesis, sino la exposición amena de algunos sucesos arrancados de la realidad de la vida?

Yo lo he sostenido en un artículo que escribí en 1853 en El Gorro de la Libertad; ahí están los argumentos irrefutables de mi tesis. La cámara única, señores, no hay nada mejor; ¡basta el buen sentido para comprender que dos cámaras es el absurdo, señor! Una está en contra de la otra siempre, y ¿cómo gobernar cuando dos fuerzas iguales, se chocan?

Donde pongo el ojo... pues bien, como decía, al cómplice lo traspasaba; , prefiero esto; la pistola es del drama moderno, es prosaica; de modo que le mataría con arma blanca.... Pero voy a mi tesis.... Mi tesis era... ¿qué?... ¿usted recuerda? Don Álvaro no recordaba, pero lo de matar al cómplice con arma blanca le había alarmado un poco.

Como estaba tan enlazado lo uno con lo otro, tirando del modo de comer salió el modo de vivir y el modo de viajar. Nuevas admiraciones y nuevos asombros. También extremé bastante la tesis aquí, y hasta sospecho que mentí un poco, aunque dentro de lo verosímil y perdonable.

No creo yo que el Sr. Danvila tuviese el propósito de sostener una tesis o de seguir una tendencia al escribir Lully Arjona. Su propósito hubo de ser divertir e interesar, y esto me parece que lo ha conseguido. Yo al menos me he entretenido agradablemente leyendo su novela.

Pero la mujer aquella con su aplastada cara japonesa, sabía mucho del mundo y de las pasiones humanas, tenía el corazón rebosando tolerancia y caridad, y sostenía esta tesis: que la privación absoluta de los apetitos alimentados por la costumbre más o menos viciosa, es el peor de los remedios, por engendrar la desesperación, y que para curar añejos defectos es conveniente permitirlos de vez en cuando con mucha medida.

La tésis que sostenemos está demostrada, no solo por los efectos fisiológicos de este medicamento, sino tambien por sus efectos clínicos, y seria supérfluo pretender establecer otra opinion sobre su electividad, objetando la versatilidad de sus efectos y los casos de envenenamiento producidos en un órden no diferente del que hemos indicado, pero mas irregular.

Con este propósito, y mientras llega el lugar oportuno de probar nuestra tesis, declararemos que Calderón ha perfeccionado, sin duda, hasta donde era posible, el drama español, pero imprimiéndole sólo una dirección exclusiva: hasta cierto punto lo ha llevado á tal y tan vertiginosa altura, que no es dable elevarlo más; pero no por esto se sigue de aquí que sea superior en todos conceptos á sus predecesores, y que haya perfeccionado el drama español en todas las direcciones, á que lo impulsaron aquéllos con éxito.