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Uno de aquellos días en que tuvo ocasión de echarle a la muchacha en cara lo que ella llamaba su «ingratitud», tantos cargos terribles la hizo y de tales apariencias de indignación adornó su resentimiento, que la niña llegó a creer en la posibilidad de su culpa.

Esto me entristeció tanto, que no hablé más del asunto. ¡Muerto Marcial, muerto Malespina! ¡Qué terribles nuevas llevaba yo a casa de mi amo! Casi estuve por un momento decidido a no volver a Cádiz, dejando que el azar o la voz pública llevaran tan penosa comisión al seno del hogar, donde tantos corazones palpitaban de inquietud.

¡Pero está loco, Dios mío! dijo el cocinero mayor guardando todo aquello con precipitación, como si hubiera temido que se lo robasen las paredes . ¡Y marcharse sin que yo haya podido decirle el apuro en que me encuentro con el inquisidor general... mis negros, mis terribles apuros! ¡Vive Dios que se conoce en él la sangre de los Girones!... Y al fin me servirá de mucho... me vengará ahora mucho mejor que antes, porque al fin él me ha dicho que siente mucho no poder seguir llamándome su tío.

Los bueyes, en el establo, mugían y los caballos daban coces terribles. Unas treinta hogueras brillaban en la meseta; se había entrado a saco en la leñera del anabaptista, se amontonaban los leños unos sobre otros, y mientras los hombres se quemaban la cara, sus espaldas tiritaban; mas cuando se calentaban las espaldas, los bigotes se cubrían de escarcha.

Las miradas terribles de Pepe Vera la fascinaban, como fascinan al ave las de la serpiente. ¿Por qué no ha de decirse la verdad? continuó Pepe Vera sin alterarse ¿Por qué no habéis de confesar que no os halláis en estado de cantar? ¿Es pecado por ventura? ¿Sois esclava, para que os arrastren a hacer lo que no podéis? Entre tanto, el público se impacientaba. El director no sabía qué hacer.

Una deliciosa sensación de placer hacía palpitar mi corazón. ¡Era mía, mía para siempre! Estaba convencido de que durante todos los terribles sufrimientos por que había pasado, me había sido siempre sincera y leal.

La defensa que hacen algunos de Goethe en este punto, es peor que la acusación. Presupone una doctrina más absurda que la de aquellos que creen que para adelantar en ciertos oficios se necesitan terribles experimentos.

No le diré una palabra de lo ocurrido. Si le conocierais sabríais que no es posible desobedecerle sin atenerse á terribles consecuencias, y yo le he desobedecido.

El senador y su acompañante se admiraron de que esta pasta, que parecía un artículo de tocador, fuese uno de los terribles explosivos de la guerra moderna.

Cuando llegó a narrarle ciertos odiosos y terribles pormenores, el conde principió a dar vueltas por la estancia como fiera enjaulada, a mesarse los cabellos, a arañarse la cara, lanzando rugidos de coraje. Al quedarse solo, mil ideas, todas desatinadas, se le atropellaron en la mente.