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Una vez sola había estado en la capital montañesa, disfrazando con el deseo de pisar «la tierra de mis mayores», como diría mi padre, la tentación de veranear en aquel puerto que comenzaba a ser «elegante». Atravesando en ferrocarril la cordillera cantábrica casi por encima de las fuentes del Ebro, recordé que «por allí», no sabía si a la derecha o a la izquierda, debía de andar mi casa solariega, en algún repliegue de aquellos montes encapuchados de neblinas y ceñidos de negros robledales.

La tendencia antiliberal tan característicamente diabólica, de los políticos turcos, rusos, españoles e hispanoamericanos, a escarmentar siempre al pueblo con un exceso de represión, para quitarle hasta la tentación de reincidir en sus reivindicaciones, es una manifestación ulterior del espíritu diabólico adquirido en la escuela religiosa; y aparece también, por debajo, en la ferocidad de las insurrecciones populares, porque la barbarie no es monopolizable.

Durante diez días, aquella deliciosa joven había estado demasiado con él, ¡demasiado con él solo! ¿Cómo resistir a semejante tentación? Habíase embriagado con su encanto, su gracia y su belleza. Mas al siguiente día llegarían veinte personas al castillo a poner término a tan peligrosa intimidad.

La única distinción que pude encontrar entre moras y cristianas, era en que las primeras vestían faldas cortas y las segundas lo hacían de cola muy larga. En cuanto á los actores no puedo resistir la tentación de bosquejar á D. Bernardo Carpio.

Ella no decía nada; pero algunas veces sentía una vaga pesadumbre al encerrar su cuerpo gallardo en aquellos hábitos austeros y tristes. Un día, sofocada con la lana negra de su corpiño, tuvo la tentación de ponerse uno de sus vestidos blancos de Luzmela. La falda estaba sumamente corta; el cuerpo muy estrecho.

Dicha hembra ha de ser alguna famosa jorguina, de las que usan filtros diabólicos, cuyo poder sólo pueden resistirlo uno que otro cuerpo endurecido en la penitencia. No me extraña lo que acabáis de referir acerca de su grande hermosura corporal, pues el Demonio pone en sus rasgos los cebos más sotiles de la tentación y él mesmo suele alojarse en sus personas, como se comprueba de continuo.

Estaba don Juan hacía pocos días de regreso en Madrid, tras una ausencia de dos años y medio, semana más o menos, cuando una tarde, después de almorzar como debe hacerlo quien vive en servicio del amor, no pudo resistir a la tentación de abrir el balcón de su despacho y asomarse a dar, apoyado en la barandilla, las primeras chupadas a un buen veguero.

Pasen a mi gabinete, que pongo a su disposición; yo voy a salir, y les ruego obren con toda libertad, pues están en su casa. »Abrió la puerta del aposento, y los dos amigos entraron en él; en seguida partió el Conde, y yo quedé sola. »No cómo decir a ustedes lo que sentí entonces, y la horrible tentación que se apoderó de .

Tuvo, , miedo de su furia y puso pies en polvorosa. Sin embargo, al llegar a la puerta de la sala, y antes de apresurar el paso y aun de echar a correr, no pudo resistir a la tentación de imitar a los partos y de disparar huyendo la más emponzoñada flecha. Señor valiente dijo . No disimule usted su miedo con la cólera. El caso es grave.

De todos modos, aunque tu gloria hubiese sido soñada, has sabido mostrarte capaz de esa gloria, y aunque hayan sido soñados tus delitos, también eres responsable de ellos, aunque no en tanto grado. En sueños tiene la voluntad menos brío para resistir a la tentación que la provoca.