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La presunta novia apaciguó un tanto sus furores para manifestar: No; si a por él no me importa un bledo...: tengo pretendientes de sobra. Lo que siento es tu mala voluntad, tu poca complacencia.... Se trataba solamente de conocer sus intenciones..., de saber por qué nos visita tanto.... Por ti no será...: ¡dicen que sois hermanos!...

La política mas impura se elabora en esos salones y esas alcobas, donde tienen sus templos la lisonja, la empleomanía y el interes. Pero he recogido en España abundante provision de anécdotas que edificarían al mejor amador de escándalos. No las relataré, pues, gracias á los Españoles, tengo mejores cosas de qué hablar....

Gracias, muchacho dijo muy serio el fiscal. Vamos, que quedará como otros muchos. No lo dije por tanto; y hasta lo sentiría, porque tengo los mejores antecedentes de ese caballero, y en especial, de su hija. Dicen que es cosa excelente... Pero ¿en qué quedamos? ¿ha ido usted o no ha ido a verlos? ¡Yo!... ¿a qué santo?

No me agradan el brillo y los placeres de la sociedad, ni las emociones de la política. La condesa de Burlesdón dice que no tengo remedio y mis vecinos me creen indolente, soñador y arisco.

Hazme el favor de no volverme loco, ¿eh?, que para eso bastante tengo con el viento maldito. ¡No quiero oír, no quiero oír más! declaró esto en ocasión que su montecristo se alzaba rápidamente a impulsos de una ráfaga mayor, y se volvía todo hacia arriba, dejando al arcipreste como suelen pintar a Venus en la concha.

El cura, que me daba todos estos informes, me decía: No conocí a mi virtuosa madre; pero tengo la ilusión de que debió parecerse a esta señora en el carácter, y de que si hubiera vivido habría tenido la misma serena y santa vejez que me hace ver en derredor de esa cabeza venerable una especie de aureola.

Pero consuélennos de su falta la siguiente cántiga de Pero Ferrus para los rabíes de Alcalá, i la respuesta de los rabíes de Alcalá á Pero Ferrus. =Cántiga.= Con tristeza é con enojos que tengo de mi fortuna non pueden dormir mis ojos de veinte noches la una. Mas desque á Alcalá llegué, luego dormí é folgué como los niños en cuna.

¡Qué lástima, Isidorito, que usted no hubiese estudiado para médico! ¡No por qué se me figura que habría de tener usted mucho ojo para las enfermedades! El joven se ruborizó de placer. Doña Gertrudis, me honra usted demasiado; no tengo otro mérito que el de fijarme bien en lo que traigo entre manos, lo cual me parece de absoluta necesidad en cualquier carrera a que uno se consagre.

»Respondióme á esta petición el cacique: » Te aseguro, Padre, por el amor que te tengo, que si vas, y todos tus compañeros, pereceréis de sedHasta aquí el P. Miguel, que oyendo esto se retiró aparte para encomendar á Nuestro Señor aquel negocio.

De su conversación insustancial cogió al vuelo Jacinta algunas cláusulas, cuando la pareja, en aquel ir y venir de su estancia a otra, pasaba junto a ella. «¿Yo?, no... me lo puedo creer...». «¡Ay, qué cosas se le ocurren!... ¡Pero qué malo es usted...!». «En cuanto vaya allá me voy a convertir al judaísmo». «¡Jesús!...». «¿Que yo tengo novio? ¿De dónde ha sacado eso?...». «Lo apuntaré para que no se me olvide...». «No, si a no me gustan los pollos...».