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No queda mas que el escribirlo, lo más fácil; sólo que esto exige tiempo, y yo no lo tengo. Reconocerá usted que estas ideas no son cualquier cosa; que tienen puntos de vista completamente nuevos. De exponer cuestan muy poco; pero yo el tiempo que llevo rumiándolas, dándoles forma, preparándolas, para que usted no tenga mas que escribirlas.

Basta, tengo bastante; lo agradezco muchísimo; aprovecharé algo, si señor; ¡vaya si aprovecharé! Pepe casi no le oía. ¿Se perdería su astucia? ¿No aparecería Paz por allí?

Hombre, a propósito de sabios dijo don Frutos Redondo, el americano, que hasta entonces no había hablado . Tengo pendiente una apuesta con usted, señor Ronzal... ya recordará usted... aquella palabreja. ¿Cuál? Avena. Usted decía que se escribe con h... Y me mantengo en lo dicho, y lo hago cuestión personal. No, no; a no me venga usted con circunloquios; usted había apostado unos callos....

¿Por qué me palpas, abuelo? ¡Si no tengo nada en la cabeza!... No me he caído. ¡Oh, !... ¡Aquí está! ¡aquí está! exclamó con expresión concentrada de rabia y de dolor el ingenioso Sánchez. ¡No, no! ¡No hay nada! De veras no tengo nada, abuelito.

Y es la segunda razón, la de que tengo amigos guipuzcoanos, que habrán de alegrarse mucho, si se prueba bien que su lengua y su casta fueron el instrumento de que se valió la Providencia para acabar con la barbarie, iluminar el mundo y adoctrinar a las demás naciones.

Respecto de la otra, bastará recordar el Enigma del guarda-infante, ó sea del alcahuete en la Academia burlesca del Buen Retiro. Esta mañana fuy a ver al mi S.^r El Condestable, no le pude hablar. Sup.^co a V. m. me lo haga de saber si al leuantar a la mañana será buen hora, porq. tengo vn pecadillo q. confessarle, que confessores ay del Coraçon, como del Alma.

... ¿Qué quiere usted que añada a mis solteronas? dije sonriendo tristemente. Un último capítulo respondió el cura con fingida alegría. Alguna cosa original. Ese capítulo respondí, está escrito... Me faltaba la solterona por decepción, y ya la tengo... Después, como cosa inédita... Permítame usted...

Yo bien lo entiendo que aprendo poco, aunque no es por falta de voluntad, pero no me entran en la cabeza tantas cosas como me enseñan. Sin duda la tengo muy dura.

Y dejó los hombros de don Juan y se acercó á la mesa. ¿Qué haces? dijo don Juan. ¡Tengo sed! ¡una sed que me devora! contestó Dorotea fijando una mirada indescribible en la pera adornada con el lazo rojo y negro que se veía en medio de la mesa. Y tomó una botella y llenó de vino una copa.

Entonces seré turrón de Alicante: dulce, pero duro. Y vaya si me ha parecido duro. Si advirtió usted dureza, hablará sólo de su dulzura por adivinanza. Pues qué, ¿no podría yo probarla? Ya está usted viejo, don Paco, y no podría meterle el diente. Pues te equivocas, que yo no estoy tan viejo, y tengo los dientes tan cabales y fuertes, que si se tratase de mordiscos, hasta en una piedra los daría.