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"Calla, sobrino, que algún día te dará éste, que en la mano tengo, alguna mala comida y cena." "No le comeré yo -dije- y no me la dará." "Yo te digo verdad; si no, verlo has, si vives." Y ansí pasamos adelante hasta la puerta del mesón, adonde pluguiere a Dios nunca allá llegáramos, según lo que me sucedía en él. Reíme entre , y aunque mochacho noté mucho la discreta consideración del ciego.

«¿Qué culpa tengo yo, ponía, de que llamen por esas calles sentencias, y doradas, aquellos aforismos de mis cartas? .» «Pregúntanme si algunas cartas que andan entre las impresas con nombres de otros, son en realidad de verdad mías ó de aquéllos.

Yo hacía llevar de Cádiz embotellada la pescadilla: conservábase muy bien con un específico que inventé, cuya receta tengo en casa. Maravilloso. ¿Y reformó usted la Artillería inglesa? preguntó mi amo, alentándole a seguir, porque le divertía mucho. Completamente.

Anda, Elena, siéntate en el banco, bajo la glorieta dijo el aya . Tengo que entrar en la casa con Catalina, para hablar de un asunto importante. Toma, aquí tienes mi bolsa de labores, en ella encontrarás un tejido. Ten paciencia, que volveré a buscarte dentro de algunos minutos. Se alejó, y entró en la casa con Catalina, cuyo corazón palpitaba de curiosidad.

Petra dijo, mientras levantaba el mantel: Si la señorita quiere algo... yo también pienso ir mañana al ser de día a Vetusta... tengo que ver a la planchadora... si quiere que lleve algún recado... a la señora Marquesa... o.... : llevarás dos cartas; las dejaré esta noche sobre la mesa del gabinete y las cogerás mañana, sin hacer ruido, para no despertarnos. Descuide usted.

Lo demás tiene muchos músculos. Prefiero las mujeres, porque tienen menos músculos. JUANA. Pues yo prefiero los hombres; cuando se ha dado con el quid de los músculos todo marcha como una seda. JUANA. ¡No! Tengo una modistilla que trabaja muy bien y que me copia los modelos de las Casas más importantes.

Un poco de curiosidad por ver cómo había cambiado su cara y para explicarme el motivo de haberme enamorado tanto, en aquel tiempo. Ahora tengo casi la impresión de que no fue pasión mía". "Como el médico ha ordenado que me acueste temprano, ellas ahora todas las noches, para obligarme a obedecer, se privan de hacer sobremesa y de quedarse, como antes, levantadas hasta tarde.

Pero Carrascosa empujó la puerta, y la hubiera abierto á no impedírselo por dentro la asustadiza y honesta dama, que dejó el afeite y se ciñó el vestido rápidamente para acudir á defender la plaza. Leoncia, Leoncia, mira que soy yo, tu Gil. Don Gil, don Gil, no sea usted pesado. Siempre viene usted cuando está una arreglándose. Espere usted. Pase á la cocina, que tengo que hablarle.

Había perdido para él su prestigio de mozo afortunado; ya no le inspiraba envidia: era un bobo, sin «viveza» para salir del paso; se «caía» manteniendo a aquella golfa por el insignificante motivo de haberla puesto en estado interesante. Toma tres pesetas: no puedo darte más; y te advierto que son las últimas. Tengo muchos gastos, y los tiempos están malos. Aún no he vendido el órgano.

Imaginábase que los españoles o los contrabandistas se apoderaban del castillo. ¡Pobrecilla!... Por fortuna no tardé en tranquilizarla... ¿Y qué tal va su salud, y la de usted? Envidiables. ¿Se han aburrido ustedes mucho en mi ausencia?... ¿qué han hecho aquí, entretanto? Ayer tuvimos reunión, y jugamos al whist y al boston. ¡Perfectamente! Y, a propósito, tengo que reprender a usted.