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El señor Bonilla puntúa así: «... y este es el juro de heredad que más seguro tenemos en el infierno; después, de las Indias fuí a Venecia...»; pero como no ha dicho que fuese a las Indias, sino a Suiza, muy cercana a Italia y a la Valtelina, que era italiana, colígese que a tal puntuación es preferible la mía, aun siendo mía, máxime cuando con ella es clarísimo el sentido del pasaje.

La casualidad nos llevó á la plaza en que está erigido el monumental edificio del Ayuntamiento. ¿Dónde está el hotel de los Extranjeros? pregunté. Enfrente de nosotros; esa gran fachada iluminada. No es una casa de diez y siete pisos como las de Nueva York; aquí tenemos sitio abundante para edificar. ¿Quiere usted entrar? Hay un magnífico restaurant...

Priscila dijo Nancy con suave voz, al ceñir el cuello de su hermana, tan distinto al de ella, un collar de corales exactamente igual al suyo , os aseguro que estoy dispuesta a ceder en todo lo que es razonable; pero, ¿quiénes deben de vestirse iguales a no ser dos hermanas? ¿Querríais que cuando salimos no pareciéramos de la misma familia, nosotras, nosotras que no tenemos madre ni otra persona en el mundo?

La representacion de lo externo considerada subjetivamente, como puro fenómeno de nuestra alma, la tenemos continuamente sin que le correspondan objetos reales: mas ó menos clara, en la sola imaginacion durante la vigilia; viva, vivísima, hasta producir una ilusion completa, en el estado de sueño.

Pero a esto se contesta que, aun siendo nosotros capaces de tales invenciones, no acertaríamos a darles valor, porque aún no tenemos el prestigio y la autoridad que se requieren.

Vuestra conversación me interesaría muchísimo más observé, si supiera de quién estáis hablando. Antonieta Maubán dijo Federly. De Maubán gruñó Beltrán. ¡Hola! exclamé. ¡Conque esas tenemos, mocito! ¿Me haces el favor de dejarme en paz? ¿Y adónde va? pregunté, porque la dama gozaba de cierta celebridad y su nombre no me era desconocido.

Nada mas que setenta y dos, dixo el académico, y todos los dias nos lamentamos de tanta escasez; que nuestra imaginacion se dexa atras nuestras necesidades, y nos parece que con nuestros setenta y dos sentidos, nuestro anulo, y nuestras cinco lunas, no tenemos lo suficiente; y es cierto que no obstante nuestra mucha curiosidad y las pasiones que de nuestros setenta y dos sentidos son hijas, nos sobra tiempo para aburrirnos.

El squire comió el pan y la carne rápidamente, bebió un buen sorbo de cerveza, y luego, volviendo la espalda a la mesa, prosiguió: Será tanto peor para vos, sabedlo; más os valiera que tratarais de ayudarme y conservar lo que tenemos.

Si le van a colocar que lo diga de una vez. ¿Qué tenemos, viene la federal o qué? ¡Misterios! ¡Meditemos!... ¿O es que le lleva cuentos a don Práxedes? Bueno, señores, que se los lleve. No me importa el espionaje». Esto pasaba a fines de 1872. De pronto Rubín dijo que iba al extranjero a reanudar sus trabajos de viajante de comercio.

¡Pero señor!..., ¡el pobre Juan está enfermo!..., ¡mañana no hablará más!..., ¡por caridad, vaya a verlo! ¡No puedo y no puedo!... ¡Le haremos cualquier demostración!... ¡Tenemos dinero! ¿Dinero?..., ¿cuánto me dará? ¡Doscientos pesos! Bueno... ¿dónde está la casa? Aquí cerca... calle Paraná número setenta.