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Respetando estuvo muchos días don Baltasar el decoro de mi madre, no atreviéndose a escribirla, ni aun a darla música; pero al fin pudo más en él la desesperación que el miramiento, y una noche llenó de músicos la calle, y sus concertadas voces y sus bien tañidos instrumentos, estuvieron dulcemente divirtiendo a los vecinos, sin que mi madre de ello se apercibiese, porque habitaba un aposento allá en lo interior de la casa, que era muy grande, y al que no podía llegar la música.

Reid la carcajada de la felicidad, soltad vuestras campanas, que repiquen a gloria, que suenen alegría, que lleguen sus tañidos a esta mansión dichosa, que besen vuestras almas con sus sueños de rosa.

Así han huido, se dijo Lázaro, mis esperanzas; pero estas aves tornarán al nido antes que la noche cierre, y las ilusiones no volverán jamás al alma mía. Nadie contestó al golpe. El edificio estaba abandonado y mudo. La campana cuyos tañidos llegaron hasta Lázaro, era la que en la estación servía para marcar las horas del trabajo.

El repique había cesado y solo los tañidos resonaban en medio del silencio de la noche, al través del murmullo de las ramas agitadas por la brisa y el acompasado clamor de las ondas del vecino lago, como poderosa respiracion de la naturaleza sumida en grandioso sueño. Impresionado por el lugar y el momento caminaba cabizbajo el joven como si tratase de ver en la oscuridad.

No eran fúnebres lamentos, las campanadas como decía Trifón Cármenes en aquellos versos del Lábaro del día, que la doncella acababa de poner sobre el regazo de su ama; no eran fúnebres lamentos, no hablaban de los muertos, sino de la tristeza de los vivos, del letargo de todo; ¡tan, tan, tan! ¡cuántos! ¡cuántos! ¡y los que faltaban! ¿qué contaban aquellos tañidos? tal vez las gotas de lluvia que iban a caer en aquel otro invierno.

Y la idea de la muerte, eterna, inexorable, domina en estos pueblos españoles, con sus novenas y sus tañidos fúnebres, con sus caserones destartalados y su ir y venir de devotas enlutadas. España es un país católico. El catolicismo ha conformado nuestro espíritu.

Murió. Murió el miércoles Santo. El Magistral y Trifón respiraron. También respiró Somoza. Los tres hubieran quedado en ridículo a suceder otra cosa. En cuanto a Cármenes, terminó sus versos de esta suerte: No le lloréis. Del bronce los tañidos himnos de gloria son; la Iglesia santa le recogió en su seno... etc.

En ese instante las campanas de la ciudad rompieron a tocar las oraciones. Los tañidos concertaban a distancia un canto prolongado y conmovedor que hacía pensar en las letanías de la muerte, y hubiérase dicho que la peña que sustentaba los numerosos campanarios vibraba a su vez como la caja de un órgano.

Tomaba yo el último sorbo de mi taza de café cuando se oyeron los alegres tañidos de las campanas en toda la ciudad, y poco después llegaron a mis oídos los acordes de una banda de música y las primeras aclamaciones de la multitud. ¡El rey Rodolfo V se hallaba en su leal ciudad de Estrelsau! ¡Viva el Rey! gritaba el pueblo fuera de la estación. ¡Dios proteja a nuestro Soberano!

HARTFORD, Abril de 1896. La gran campana del monasterio de Belmonte dejaba oir sus sonoros tañidos por todo el valle y aun más allá de la obscura línea formada por los bosques.