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Las dos escampavías se iban aproximando, una por cada lado, y no estaban a un tiro de cañón de la tartana, cuando ésta viró en redondo, pasó intrépidamente por entre sus enemigos, al mismo tiempo que les enviaba una andanada, y se precipitó en dirección a la punta de la Torre.

Y entonces se percibe en lo hondo una voz que grita: «No, no hay habitación en esta casa». ¿Sabe usted? me dice el zagal . Es que ha llegado una estudiantina, y están todas las fondas ocupadas. Vuelve a rodar la tartana por las calles desiertas. Se oyen, a lo lejos, dos campanadas largas. Son las dos y media. Otra puerta torna a ser aporreada formidablemente. Tampoco hay habitación en esta casa.

Se precipitaron todos a la luz de los faroles y pudieron ver a la tartana completamente desmantelada, ¡a la tartana que perseguían desde la víspera! ¡a la tartana causa primera de todos sus desastres! ¡Por fin! aulló el capitán , la Santa Virgen nos protege y Dios es justo. ¡Vas a pagar, maldito, la muerte de nuestros hermanos! Y a pesar de la impetuosidad del viento, intentó sesgar.

¡Me maldice usted, padrecito! dijo el marino ; vaya, no se incomode; se lo perdono todo, incluso la sangría, gracias a la buena noticia que usted acaba de darnos... ¡Ah! ¡conque la tartana de ese maldito ha fondeado cerca de Conil! ¡Por mi madre, daría con gusto los ocho años de soldada que Fernando me debe por ver a ese condenado gitano con grilletes en los pies y en las manos y arrodillado en la capilla ardiente! ¡Cuántas veces, al querer darle caza con la escampavía he renegado de mi patrón por las bordadas que nos hacía correr ese favorito del infierno! ¡porque siempre se embarca cuando peor tiempo hace!

Y su caballo llevaba, al menos, una tercera parte de la carga de la tartana. ¡Ah! ya caigo dijo el fraile a quien el signo del gitano había asustado mucho , ya caigo; el señor capitán se queda con nosotros, porque conoce una salida secreta que puede ayudarnos a salir de esta ensenada sin necesidad de subir por ese camino, tan alto como la escala de Jacob.

La misma tartana de que el valiente Santiago se apoderara al abordaje con un buey y sus cuernos y que el no menos valiente capitán acababa de destruir a cañonazos. Comandante, la marea baja, y si usted no tiene cuidado habrá bajado del todo en un instante repitió el muchacho, y de un trago apuró lo que él llamaba la marea, de modo que su vaso quedó seco . ¡Cómo amo este vino de Francia!

Y la tartana siguió adelante, hasta que de repente saltaron al camino quince o veinte guardias, una nube de tricornios con un viejo oficial al frente. Por las ventanillas entraron las bocas de los fusiles apuntando al roder, que permaneció inmóvil y sereno, mientras que mujeres y chiquillos se arrojaban chillando al fondo del carruaje. Bolsón, baja o te matamos dijo el teniente.

Así, pues, calma ese ardor, Blasillo; se trata seguramente de algún buque que ha zozobrado y que pide auxilio. Pero se equivoca; lo que hice ayer por ti, Blasillo, no lo hubiese hecho ni lo haré jamás por nadie. Le debo la vida una segunda vez, comandante; sin usted, sin la tempestad que me arrojó a su paso, yo me hubiera hundido con la desgraciada canoa en que navegaba al dejar la tartana.

Cuando la misma señal hubo partido de la tartana, aquel hombre continuó su marcha seguido de una docena de españoles, también a caballo, que avanzaron con precaución por entre las numerosas rampas de aquel difícil camino.

La tartana se desliza, interminable, a lo largo de las calles interminables, con un ruidoso traqueteo que repercute en los ámbitos oscuros. Un instante; creo que se detiene. , ; se ha detenido. El zagal aporrea bárbaramente una puerta. Transcurre un largo rato; vuelven a sonar los recios golpes; se hace otra larga pausa; es de nuevo la puerta aporreada.