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Una de aquellas tardes que fué, encontró sola a Carmencita, y apenas se saludaron, le preguntó Salvador: ¿Todavía lees aquel libro que te hace desvariar? Ella dijo, con su voz de melodía triste: Todavía.... Pues yo voy a traerte otro libro santo muy alegre, con tapas azules y letras de oro, si me prometes que leerás en él un poco todos los días. Si dices que es santo....

En la plaza de Daraga, y tomando por lugar de cita la puerta de cualquier establecimiento, se forman tertulias á las que todas las tardes concurren cuantos europeos viven en aquel pueblo y en los de Legaspi y Albay.

Estos ojos parecían sonreír cuando encontraban el rostro de una amiga, y persistiendo en sus paseos, acabaron por tropezarse con los de Gallardo fijos en ella. El espada no era modesto. Acostumbrado a verse objeto de la contemplación de miles y miles de personas en las tardes de corrida, creía buenamente que allí donde estuviese él todas las miradas habían de ser forzosamente para su persona.

Si quiere usted tener segura la entrevista que desea, se lo diremos al padre Gracián, jesuita, excelente sujeto que viene aquí algunas tardes, y después solemos ir a tomar chocolate a casa de Maroto, adonde va también el Padre Carasa.... Pues bien, Gracián es amigo del Sr.

Al joven se le ensanchó el corazón al observar el tono resuelto de estas palabras y dirigió a la aldeana una mirada cariñosa. Desde aquel día no puso más los pies en su casa por no tropezar con Tomás, cuya enemistad ya no ignoraba; pero la vio todas las tardes en el molino.

Entonces que, sin poder él desechar aquellos recuerdos se le presentaba su infancia en los puertos; aquellas tardes de su vida de pastor melancólico y meditabundo.

Entonces, con el despecho pintado en el semblante, el pobre hombre dió las buenas tardes y se dirigió a la puerta. El duque le echó una mirada burlona, y antes de llegar a ella le dijo, sonriendo con sorna: Oye, chico. No te doy nada, porque para los hombres tan honrados como , el mejor premio es la satisfacción de haber obrado bien.

La española infantería, al recorrer por las tardes en la grata compañía de sus patronas las jaulas del establecimiento, se siente regenerada y dispuesta a habérselas con todo linaje de republicanos feroces y dañinos, mansos o amansados. Las fieras, como es lógico, conocen de vista a todos los reclutas de la guarnición, y no sólo a los reclutas, sino a sus parientes y amigos.

Las tardes, sobre todo, las dedicaba enteras a don Mariano y su hija, saliendo con ellos de paseo cuando hacía buen tiempo, y permaneciendo en casa cuando llovía. Algunas veces iba también por la mañana y entonces don Mariano solía invitarle a comer.

Los señores socios sentíanse aguijoneados de repente por el deseo de instruirse, de capacitarse de aquello que llamaban cuestión social, y miraban todas las tardes el armario como un tabernáculo de la ciencia, esperando que apareciese la llave para buscaren su interior la luz que deseaban.