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En aquella época, Raquel no pensaba dedicarse á la tragedia; prefería la comedia; sus días de hambre no habían podido secar la vena caudalosa de su buen humor. Era indócil, endiablada, aventurera y alegre como un muchacho. Sus compañeras la llamaban Pierrot, y ella misma firmó con este pseudónimo muchas cartas íntimas que Mlle. Valentina Thomson ha publicado más tarde.

Los pintores vencidos en aquel certamen fueron Caxés, Nardi y Vicencio Carducho, quien debió de quedar amargado para mucho tiempo, pues seis años más tarde al publicar su libro aún atacaba encubiertamente a Velázquez.

A las dos de la mañana se fueron 4 reses, que rompieron los lazos con que estaban atadas. Al amanecer mandè la chalupa á cortar palos para hacer un corral, y ensillè caballo para campear las vacas; hallé el rastro, y lo seguí campo adentro, hasta que advertì el caballo algo pesado: me apeè dej ndolo refrescar, y me fuí á bordo las tres de la tarde.

Que te vea cada vez que levante los ojos. Sólo de tarde en tarde los levantaba: tenía otras cosas más urgentes en su pensamiento. Pero Miguel, para acallar su despecho, se decía que estaba allí por cumplir una palabra.

Todo lo que quedó del día se entendió en tirar escopetas y arcabuces de una parte á otra, no cesando nuestra artillería de disparar á donde veía que podía hacer mal. Aquella misma tarde, acabado de recoger su campo, comenzaron á tirarnos con dos piezas de artillería por la parte de poniente.

Para eso hay que pensar, y su pensamiento lo ocupan por entero los negocios. Otra vez, como en la tarde anterior, surgió en su conversación el recuerdo de los conquistadores, pero por breves momentos. El hombre de presa, el navegante de espada, había sido en muchas ocasiones un místico.

No en qué hubiera parado aquella conversación si no llega a levantarse y despedirse. Mi sangre estaba dando más vueltas que un argadillo. Luego que se fue me calmé un poco, aunque todavía tardé algunos minutos en contestar acorde a las preguntas que Joaquinita me dirigía.

¿No podría ser que usted, compadecida de , acabase por amarme? ¿No se han visto cosas más imposibles? No dijo rotundamente Leonora. No le amaré a usted nunca... Y si llegase a amarle continuó en un tono dulce y casi maternal se lo ocultaría piadosamente para evitar que usted se exaltara viéndose correspondido. Toda la tarde estoy evitando esta explicación.

Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que, pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas. «Adorada Paz: Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme perdón.

Buen mozo, eso ; le temblaban todos en la taberna de Copa, los domingos por la tarde, cuando jugaba al truco con los más guapos de la huerta; pero en casa debía ser un marido insufrible.... Aunque bien mirado, todos los hombres eran iguales. ¡Si lo sabría ella! Unos perros que no valían la pena de mirarlos. ¡Hija! ¡y qué desmejorada estaba la pobre Pepeta!...