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Es muy hermosa la libertad del hombre soltero; pero cuando uno se va haciendo un poco viejo y comienza a padecer del estómago, echa de menos una mano amante que le arrope bien en la cama y le sirva tacitas de caldo. También es muy hermosa la situación del escritor independiente; pero no en época de elecciones.

La hermosa que le tenía sorbido el seso era una dama principal de Andalucía, la condesita del Padul, joven de diez y nueve años, heredera de una inmensa fortuna. La amaba y se creía correspondido; no porque ella hubiera soltado aún el apetecido, sino porque había dado de ello tales muestras tácitas que Villa no podía resistirse más tiempo a creerlo.

Y además, aun cuando ella no hubiese tenido tan alto y merecido concepto de propia, aun cuando ella no hubiese sido la hija del conde de Sardonne, contra las asechanzas más o menos tácitas de que pudieran hacerla blanco, tenía nuestra interesante huérfana broquel más templado que el desprecio, escudo más noble todavía que el honor mismo, porque la señorita de Sardonne había ya hecho a alguien merced de su alma.

Si yo me muero por servirla: mire que yo soy como las tacitas de coco, que dicen en letras muy guapas: 'yo sirvo a mi dueña'. Voy a poner la puerta de mi casa llena de tiestos de flores, y a alquilar a los músicos, el día que mi niñita vaya a verme. ¡Y, eso que yo no se lo hago a nadie: porque no lo hago por servicio, sino porque le he cobrado mucha afición!».

Pero ante el gesto de Maltrana se contuvo. Conformes: no la sangraría; por el momento ya había pasado el peligro; pero en cuanto despertase la pobre «señorita», iba a administrarla unas tacitas de un cocimiento que hacía milagros: hierbas del campo recogidas por ella misma y que guardaba en su casa.

Real y verdaderamente, todos los que gustan de semejantes historias como ésta deben de mostrarse agradecidos a Cide Hamete, su autor primero, por la curiosidad que tuvo en contarnos las semínimas della, sin dejar cosa, por menuda que fuese, que no la sacase a luz distintamente: pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las tácitas, aclara las dudas, resuelve los argumentos; finalmente, los átomos del más curioso deseo manifiesta. ¡Oh autor celebérrimo! ¡Oh don Quijote dichoso! ¡Oh Dulcinea famosa! ¡Oh Sancho Panza gracioso!